La verdad es que fue una suerte que colocaran la pasarela entre el avión y el aeropuerto y no nos hicieran bajar a pista, porque quizás nos habríamos negado a bajar del avión de haber sabido el puñetazo de calor que nos esperaba… Por suerte, como ya digo, pudimos pasar del avión al aeropuerto casi sin enterarnos, después de haber dejado salir a todos nuestros compañeros de vuelo que llegaban con retraso a sus conexiones (llevábamos casi hora y media de retraso, así que seguramente la mayoría de ellos se quedaron en tierras arizónicas). El aeropuerto de Phoenix no es demasiado grande, aunque tampoco tuvimos tiempo de ver mucho… Tampoco es que hubiera ganas, después del atracón de aeropuertos que nos habíamos pegado…
Pronto nos encontramos con Tony García, el jefe de Pablo aquí, que había venido a buscarnos (por suerte, estuvo atento y miró en Internet lo de que nuestro vuelo venía con retraso, y así no tuvo que esperarnos demasiado rato). Nos había traído un montón de información turística de la zona, en particular de un parque natural llamado Sedona que está un poco más abajo del Gran Cañón, y nos recomendó mucho que fuéramos a visitarlo. Claro, nos recomendó que fuéramos en coche el siguiente fin de semana porque creo que aún no sabía sobre nuestras limitaciones de movilidad… Bueno, ¡¡¡en realidad nosotros tampoco sabíamos lo limitados que íbamos a estar!!!
Recogimos las maletas que, por suerte, llegaron sanas y salvas y todas (yo tenía serias dudas con respecto a esto último), aunque el servicio de seguridad había registrado una de ellas y me habían dejado una amable nota advirtiéndome del asunto y disculpándose por los posibles candados rotos (¡suerte que no la cerré con candado!)… En la foto podéis ver el encabezamiento de la nota. No se lee muy bien, pero ya os imagináis lo que pone…
Una vez con Tony, nos dejamos guiar por él a través del aeropuerto (nos dirigimos al aparcamiento, donde estaba su coche) y claro, el bofetón de calor no se podía retrasar más… Puf! De repente, una pared de aire calentorro (o más bien, de no-aire) nos aprisionó al salir al parking… Una sensación bastante rara, ya que uno asocia la noche al fresco, cosa que aquí no se cumple en absoluto: era noche cerrada –raro, pues eran las 9 de la noche- y hacia un calor agobiante, como si no hubiera aire para respirar.
(Foto 1: www.fulton.asu.edu 02/08/06)
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