Dentro de la cafetería, mientras nos tomábamos uno de esos batidos-de-café-à-la-Starbucks, planificamos que íbamos a buscar alguno de los supermercados que figuraban en el mapa… Parecía que había bastante variedad, porque todavía no habíamos aprendido que los americanos distinguen totalmente entre lo que ya os he comentado, lo que es “vamos a comprar comida y cosas necesarias de índole doméstica” y “vamos consumir otras cosas”. Esto implica que ninguno de los “malls” (centros comerciales) que podáis ver en los mapas de Phoenix tiene supermercados. Curiosamente, yo pensaba encontrar un super “útil” cerca o dentro del campus, pero… Mi gozo en un pozo. No me preguntéis de qué comen los estudiantes, porque no lo sé. Pero lo que es ir a la compra, es algo que no hacen. En cualquier caso, nos pusimos en marcha, Mills Avenue abajo. El mapa, como podéis comprobar en el post anterior ¡¡parecía tan fácil!! ¡¡Todas las calles tan paralelas y perpendiculares!! ¡¡Todo tan aparentemente cerca!! (y un rábano). En fin… Andamos… ¡¡¡¡Y andamos y andamos y andamos!!!!
El primer supermercado que encontramos millas y millas más allá era un Walgreens, pero sólo era drugstore (tipo farmacia) y tonterías similares (panchitos, patatas, etc.). Les pregunté a los dependientes si tenían convertidores de enchufes europeos y me miraron con cara de “¿Qué demonios nos está pidiendo la tipa esta del acento raro…?”, hasta que al final uno de ellos cayó del guindo y nos mandó otra milla y pico más para abajo, a una tienda de electrónica llamada Radio shack.
Lo que comprobamos durante el paseo fue:
a) Que el calor de Arizona es ENDEMONIADO.
b) Que la fisonomía de estas ciudades es realmente curiosa: aparte de unos pocos edificios en el campus y el downtown Tempe, el resto de la “ciudad” (nada que ver con el concepto europeo de esta palabra) consiste en casitas bajas de una planta (ni siquiera de dos), muchas de ellas como si estuvieran construidas de una pieza (tipo caseta de obra), agrupadas en urbanizaciones que están separadas por larguíiiiiiiiisimas avenidas de varios carriles, con gasolineras aquí y allá y ni un triste sombrajo bajo el cual guarecerse del sol abrasador… Vamos, que es un ecosistema hostil a todo aquel que no vaya montado en un Cañonero con el aire acondicionado a tope… Y a mí ni siquiera se me había ocurrido ponerme protector solar…
Después de conseguir llegar al Radio Shack (que en el mapa está en el cruce de Mills Avenue con Southern Road… Sí, sí en el mapa parece que esté a la vuelta de la esquina) y hacernos con un convertidor de enchufes, cruzamos la calle y entramos en otro supermercado, el Fry's, que esta vez sí que tenía comida, por suerte, porque ya estaba empezando a perder la esperanza.
Y todo hay que decirlo, no sólo tenía comida, sino que tenía MUY buena comida: filetes con muy buena pinta (y no demasiado caros), pescado (no demasiada variedad, pero chico, después de lo de Alemania, no voy a ser yo la que le pida peras al olmo) y una variedad increíble de verduras (¡Sí!)… Aunque la verdad, en esos momentos, que mi cabeza estaba tan ardiendo que hasta me daba la sensación de que me iba a explotar, no estaba yo para bendecir la comida de ningún sitio, sobre todo considerando que durante los días que nos quedáramos en el hotel, no podíamos comprar nada que se pudiera estropear mínimamente…
En ese momento, Pablo sugirió que compráramos algo preparado y nos volviéramos al hotel en bus… Pero que va, yo que nunca hago caso a las proposiciones razonables, le dije “¿Por qué no intentamos llegar al Arizona Mills Center (uno de los centros comerciales que parecía de los más grandes) para averiguar que es lo que hay allí?”…
Así que, a pesar de la insolación, del calor que iba en aumento y de que aquello no tenía visos de estar cerca EN ABSOLUTO, nos echamos a andar otra vez; esta vez hacia el oeste, porque el Arizona Mills Center estaba dos manzanas/bloques/cuadras (como lo prefiráis) al oeste y una al sur…
1 comentario:
Cierto, cierto. Fue una equivocación ir andando al Arizona Mills porque provocó quemaduras y sobre todo un cabreo tremendo acerca de la hostilidad de Tempe. También hay que decir esos días eran los más calurosos del año y, según decían en la tele, los más calurosos en 10 años. Creo que llegamos a los 118 grados Farenheit (unos 48º) y con la intensidad del sol y el aire del desierto, estar por la calle a esa temperatura es de locos.
Luego, la cosa se ha moderado. La temperatura por debajo de los 110F ya es tolerable, aunque para los "nativos" sigue siendo igual, ellos no salen a la calle sin el cañonero...
Un saludo. Pablo.
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