¡Vaya! Realmente debería darme un poco de garbo, porque empiezo a olvidar los detalles de lo que hemos ido haciendo día a día (ya sé que no hace falta que os lo cuente tan detalladamente, pero bueno, ¡tampoco estaría mal poder acordarme!).
Pues eso, prometo ir un poquito más deprisa a partir de ahora, aunque os digo lo mismo que el otro día; a partir de cierto momento mi relato se hace inevitablemente rutinario: esto no tiene pinta ni de que vayamos a hacer rafting por el Cañón del Colorado, ni a perder grandes sumas de dinero en un casino en Las Vegas, ni tampoco a cruzar la frontera mejicana, como siempre intentan hacer los forajidos de las películas… O Thelma y Louise.
Como os iba diciendo, al día siguiente nos levantamos y nos volvimos a echar los pies al hombro y ¡a andar hacia el campus! (Esperamos al autobús durante un rato, pero no vino.) Pablo iba con idea de ir a registrarse en la universidad, pero me parece que se le olvidaron los papeles que tenía que entregar, así que decidimos dejarlo para la semana siguiente.
Aún así, nos dimos una vuelta por el campus, y entramos en un pabellón del que entraban y salían muchas familias con los “nenes” a los que traían a ver el campus… Es como dice Leela, el personaje de Futurama, en un capítulo en el que van a Marte para apuntarse a la universidad marciana, cuando Fry le comenta que él, en el siglo XX, se sacó un título universitario… “¡Ah! ¡Todo el mundo sabe que las universidades del siglo XX básicamente eran carísimas guarderías!”… Puede que en el resto del mundo no sea así, pero realmente, podéis creerme si os digo que los adolescentes americanos que entran en la universidad vienen aquí a aprender a leer y a escribir… Ya profundizaré en este tema, pero lo que está claro es que el “merchandaising” que tienen que hacer las universidades para que los papás decidan dejar a sus hijos en esta o aquella universidad es, cuando menos, curioso.
Yo me empeñé en preguntarles allí a las tipas que había informando a los “future students y sus papás” algo sobre nuestro alojamiento. Pablo no quería que les preguntara, y estaba bastante en lo cierto, porque lo único que conseguí fueron caras de pasmo, porque el estatus de “short-term scholar” no parecía sonarles de nada… Pronto descubriríamos que a los de la universidad, ¡como si nos montábamos la tienda de campaña en una cuneta!
Al hilo de esto, nos dirigimos a continuación a la zona este del campus, en la cual yo tenía grandes esperanzas, porque me parecía que aunque todo lo que habíamos visto hasta ahora eran casitas y casuchas bajas de todo tipo, la zona donde estaban los apartamentos de estudiantes tenía que ser, sin duda, zona de edificios de pisos ¡¡y con muy buena pinta a juzgar por las fotos que había visto por internet!! Lemon Street me iba a enseñar lo equivocada que estaba.
(Foto: lila.data-systems.biz 27/08/2006)
No hay comentarios:
Publicar un comentario