A partir de entonces, el paseo si que se convirtió en un autentico infierno… Yo estaba fatal, me daba vueltas la cabeza, y teníamos que ir metiéndonos en cada tiendecita de gasolinera que veíamos para recuperar un poco el aliento y comprar una botella tras otra de agua, para no morirnos de deshidratación…
Una vez que cruzamos Baseline Road, pasamos por debajo de un puente de la autopista, por fin llegamos al bendito Arizona Mills Mall (os aseguro que aún no se cómo conseguimos llegar hasta allí). Entramos por la primera puerta que estaba más a mano (otra vez, puñetazo de frío), que era una enorme tienda de deportes, tipo Decatlon. Aquí os pongo una foto de una de las entradas del mall...
Yo estaba pa verme: mi piel tenía una tonalidad rojizo-morada y desprendía calor, como si fuera una resistencia de freidora (al cabo de una rato de aire acondicionado, se me empezó a pasar)… Echamos a andar otra vez por dentro del centro comercial, y nos teníamos que ir sentando de vez en cuando, para no desfallecer… Allí dentro confirmamos definitivamente lo de que los conceptos “mall” y “compra útil” eran incompatibles: tiendas de zapatos, de ropa, de juguetes, de pijadas, de deportes, de joyas, de más pijadas, de perfumes… Pero nada más.
Si alguna vez habéis estado en el Factory de Getafe, os haréis muy bien a la idea de lo que es esto del Arizona Mills… Eso, el Factory, pero a lo bestia.
Al final, después de dar toda la vuelta al centro comercial (que por supuesto, tenía solamente una planta… Si llega a tener más, hubiera pasado de ser monstruoso a ser algo peor), llegamos a una zona enorme en la que había mogollón de mesas y alrededor, toda clase de puestos de fast food: varias de comida mejicana, alguna de comida china, varias de comida “americana”, la pizzería de César (Sbarro), un Subway, etc. Al fondo que aquella zona, había un IMAX y un multicine.
Como ya eran las dos y pico (le tuvimos que preguntar la hora a una señora, porque yo llevaba mi reloj con la hora de España, y no teníamos ni idea de que hora era…), y el hambre apretaba, decidimos comer, y después, con la barriga llena, ya decidiríamos como volver al hotel (descartando la opción de desandar el camino, por supuesto).
Nos decidimos por el Subway, y me costó Dios y ayuda entenderme con los dependientes, que parecían no haber visto una guiri colorá en toda su vida (vaya cara de idiotas ponían, de verdad), pero al final, pudimos comernos un par de bocatas que no nos entusiasmaron demasiado, la verdad, porque el pan tenía pinta de ser de barra, pero era en plan tipo bimbo lleno de migorra, y en lugar de atún, ponían una “pasta con sabor a atún” un poco asquerosa…
(Fotos: 1) www.tempecvb.com 10/08/06, 2) y 3) cosecha propia)
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