Como ya os he contado, desde que empezamos a vivir en el Homestead y Pablo se recuperó de su otitis elefantina, retomamos la rutina universitaria, y yo me iba a comer con él al campus casi todos los días, con la diferencia de que casi siempre comíamos nuestra propia comida (no es por ofender, pero no íbamos a estar comiendo todos los días las cuatro cosas que allí tenían. Demasiado monótono). Últimamente he descubierto las nuevas características de Google Maps y estoy emocionada… Estoy creando un mapa que ya os pondré para que vosotros también podáis "visitar" nuestro Tempe del verano pasado.
Volviendo a lo que os estaba diciendo, yo me encargaba de transportar la comida en la cesta de mi bici, y cuando llegaba, calentábamos nuestros tapper en el microondas de la sala de comidas y nos quedábamos allí, o bien, los calentábamos en el micro del edificio del Memorial Union, donde estaba comiendo casi todo el mundo (de hecho, en aquel edificio, la gente se ponía a comer a partir de las 10 de la mañana, hasta las 3, más o menos… Era terrible entrar a las diez, porque se te metían por los orificios nasales el olor a pizza), Pero bueno, la mayoría de las veces solíamos bajar, porque así no estorbábamos si alguien del edificio venía a comer a la sala de comidas, que era bastante pequeña (Además de que la salita tenía paredes de cristal, que precisamente estaban justo enfrente de una sala de reuniones, por lo que no era muy agradable que la peña medio-dormida nos mirara desde la reunión, mientras nosotros zampábamos).
Comer, la verdad es que no comíamos nada mal: aparte de los “falafeles” que ya os he comentado, nos llevábamos tappers de pasta, de nuggets de pollo (¡estaban ricos! Venían en unas bolsas de congelados grandísimas), verdura hervida, etc. Tirábamos mucho de congelados, porque teníamos un congelador gigantesco y había algunas cosas congeladas que estaban estupendas, como por ejemplo, unas judías verdes planas que estaban buenísimas...
(Fotos: Todas de cosecha propia: 1) y 2) La sala de comidas del edificio del laboratorio y 3) Vista a lo largo del comedor principal del Memorial Union -al tío ese lo pillé totalmente de infraganti...-).
1 comentario:
Me acabo de acordar del calor infernal que pasábamos al ir desde el edificio de labo hasta el Memorial Union. Y el frío que hacía al entrar en cualquiera de los dos bloques. La cosa es que no era calor, como el de Madrid o el de la costa... era como si alguien hubiese puesto el horno a 300 grados, vamos que el sol quemaba simplemente haciendo un paseo de 100 metros. Siempre lo cuento, pero en muchas ocasiones, al ir por la calle (especialmente entre las 12 y las 15 horas) se me quemaban las puntas de los dedos. Era como si las hubiese acercado a un mechero o como cuando te quemas con la sartén ¡pero sin hacer nada de eso!
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