No os vayáis a creer que lo único que hicimos durante tres meses fue darnos paseos en bicicleta por zonas peligrosas, achicharrarnos bajo el sol de Arizona y jugar al Black Mirror...
También vivimos unas cuantas experiencias (sociales las que menos, esta fue una de ellas) de lo más ilustrativas de la vida arizónico-estadounidense…
La compañera argentina de Pablo, Ana, llevaba un tiempo diciéndole de "sacarnos" de paseo, así que quedamos con su familia (su marido y su hija de cuatro años) y con ella para cenar fuera una noche. Con la buenísima excusa de que nosotros, si no era en bicicleta, no llegábamos a ninguna parte, nos vinieron a recoger a la misma puerta del hotel, en su cañonero king-size.
La verdad es que fue toda una experiencia montarse en aquel armatoste de coche… Por fuera, los cañoneros son incluso más pequeños que en su interior... Estar dentro es como viajar en una nave espacial... A nosotros, que nos sentábamos en la parte trasera, nos daban ganas de gritar “¡¡¡Hola, fondo norte!!!” a Ana y su marido, que iban en la parte delantera… También era curiosa la percepción del exterior: como aquello parecía una nave espacial, lo de fuera parecía Marte… Casi no lograba reconocer las calles que estábamos recorriendo a una velocidad totalmente inusual para nosotros (que estábamos acostumbrados a la velocidad de nuestras piernas pedaleando...).
De nuevo nos dirigimos a Scottsdale, como la vez que fuimos a cenar con Tony y su mujer. Queda claro que Scottsdale era el lugar de Phoenix que más restaurantes y pubs concentra. Dejamos el supercañonero enorme en uno de esos aparcamientos de varias plantas que quedaba a cinco minutos del restaurante que Ana y su marido habían elegido.
Pues sí. Era el Pepín Restaurant: un restaurante español. No tengo yo nada en contra de ciertos “reductos” españoles en el extranjero (por ejemplo, en Estrasburgo estuve en un bar español con mi amiga Béatrice ¡en el que la sangría estaba estupenda!), pero en general, me parecen lugares bastante artificiales, y lo que es peor, que muestran un mejunje cultural entre lo nuestro y lo sudamericano que acaba por dar pena (aunque supongo que tengo que reconocer que, hoy por hoy, es lo que a los guiris les llama la atención: un mariachi bailando sevillanas)…
La experiencia de aquella noche fue esclarecedora en cuanto a las posibles causas de porqué España aún no tiene nombre propio en el extranjero. Cuando llegamos al restaurante, había una chica (muy mona, preguntadle a Pablo, si no… Hasta tenía un aire a Aitana Sánchez Gijón) en la puerta, atendiendo a las reservas. Al oírnos hablar en español, nos preguntó de dónde éramos y cuando le dijimos que de Madrid, nos dirigió una lastimera mirada de disculpa, para decirnos que ella era de Barcelona... Hay gente que no se da cuenta de que esas supuestas rivalidades territoriales no tienen sentido a chopomil kilómetros de España (si es que tienen algún sentido aquí...). La chica hizo bien, de todas maneras, en avisarnos de que nuestro camarero también era catalán (para luego poder dar explicación antropológica a lo que después ocurrió…).
Mientras nos acompañaba a nuestra mesa, la chica nos advirtió de que el espectáculo flamenco que íbamos a presenciar era poco menos que lamentable… POR SUPUESTO, ¿¿¿qué os pensábais??? Claro que había espectáculo de Jelei, Jelei.
Prueba de que la comida que comprábamos en EEUU era de estupenda calidad (y que transportábamos a nuestro dulce hogar con el sudor de nuestras frentes, pedalea que te pedalea) fue que no nos morimos de ilusión por comer comida española (aceptando el hecho ineludible de que cualquier paella es peor que la que hace mi madre). Menos mal que la anticipación no era mucha, porque nos decepcionamos sin ayuda de ella.
Ana y su marido pidieron una especie de paella o algo por el estilo (yo no me arriesgaría a hacer algo así NUNCA) y la verdad, no la probamos, pero tenía un aspecto lamentable, triste y caldoso. Nosotros pedimos de entrantes, una tabla de entremeses (delicioso chorizo Revilla del que se compra en el Día y parece plástico con olor… Pondrán la excusa de la exportación es difícil... Pero ¡ché! Pa ofrecer eso, mejor no lo ofrezcas...) y de segundo, no me acuerdo, pero el plato tenía una inconfundible presentación de “plato de restaurante yanqui finolis", acompañado con verduras mal cocidas, entre ellas, brócoli (por mucho que me guste, he de reconocer que muy español, digamos que no es, como para acompañarlo todo con él).
Sé que me dejé parte del plato (los que me conocéis, sabéis perfectamente que esta no es una de mis costumbres… De hecho, procuro evitarlo) y aquello provocó el impertinente comentario de la especie de... catalán que teníamos por camarero (con todos los respetos hacia los catalanes amables, cultos y buenas personas… Pero chicos: igual que nosotros, los madrileños, tenemos por aquí a mucho pijos castellaneros o chuleras insoportables, vosotros tenéis la lacra de contar entre vuestros "compatriotas" con cada imbécil, que echan para atrás...). Por supuesto, el menda había adquirido las costumbres propias de los restaurantes yanquis (Ya sabéis, el rollo “Me llamo Jordi, y voy a ser su camarero”), por lo que se veía obligado a preguntar insistentemente “¿¿¿Qué tal, qué les ha parecido???”… En fin… Muchos me criticaréis, porque diréis: “Tendrías que haberte puesto en plan hipocritón, y haber dicho “Deliciossssso”, que es lo que habría hecho cualquier americano de pro”, pero no sé muy bien qué le dije (Oye, tampoco es que yo fuera muy gráfica, pero me había dejado parte del plato, con eso lo estaba diciendo todo), a lo que el tipo comenzó a disertar sobre “Que en realidad, si lo pensamos bien, no existe la comida española como tal, sino que hay unos cuantos buenos productos –de los que, claramente, ellos en el puto restaurante, carecían-, unos cuantos buenos platos”...
¡¡¡¡¡¡SACRILEGIO!!!!! Coincidiréis conmigo en que era pa haberlo matao, ¿o no? ¿¿¿¿Cómo alguien se puede atrever a decir tal cosa de una gastronomía como la española, trabajando en un restaurante en el extranjero, en donde se supone que tienes que ser el más convencido entre los convencidos de que NO SÓLO la comida española EXISTE, si no que ES LA MEJOR DEL MUNDO???? Y luego nos preguntaremos porque tenemos tan poco éxito... Así nos va.
Aunque también es verdad que si estás de camarero en el puto Scottsdale de Arizona, tienes razones más que suficientes para volverte un amargado y un gilipollas integral…
No veáis la sorna que me dedicó el subnormal cuando me comí enterito el flan de postre (Eso sí, él mismo me reconoció que era casero… Vas a comparar un flan casero con el chicloso chorizo Revilla, ¿no?), “¿Qué? Esto te lo has acabado, ¿no?".
Si tenéis curiosidad por saber cómo fue el espectáculo flamenco, os diré que las que mejor bailaban eran las yanquis de la escuelita de flamenco que tenía el restaurante (las mujeres le ponían verdadero interés, y se meneaban bastante bien), porque la “artista invitada”, que era mejicana, no se sabía si estaba bailando un corrido o unas sevillanas... Eso sí: parecía que le había dado el baile de San Vito. Pero lo más lamentable de todo era los americanos dando palmas… ¡Era como si entrechocaran dos pescados! Lástima que las fotos que hice salieran tan mal... Eran muy graciosas (Ja! Pensaréis que yo, haciendo fotos, parecía la más guiri del lugar. Pues os equivocáis).
Por supuesto, cuando tocó acoquinar, la cuenta ascendía a una suma vergonzosa por aquella cena (algo por el estilo del anuncio de Iberia de este verano), tanto que tuvimos que restárselo de nuestro presupuesto para las excursiones que teníamos planeadas (a Las Vegas y al Gran Cañón).
Después, para rizar el rizo, despejaron el salón principal de mesas, sacaron una mesa de mezclas, bajaron las luces y pusieron focos de colorines y un tipejo lamentable se dedicó a mezclar música pachanguera reggaetonera a un volumen denunciable, mientras todo el mundo se lanzaba a la pista a hacer como que bailaban…
Cuando ya creíamos que no lo podríamos soportar ni un minuto más, nuestros acompañantes decidieron que habían tenido suficiente (el inconveniente de depender de otro a la hora de trasladarse), y nos transportaron por las desiertas calles de Tempe, de vuelta hasta nuestro hotelito (hogar, dulce hogar…).
Fotos: 1) Exterior del indescriptible restaurante español, de la página del propio restaurante, 2) Una foto de uno de los bloques de aparcamientos en Tempe... Lástima no tener ninguna foto de la calle nocturna: hubiérais podido comprobar lo "lunar", o "marciano" que parecía el paisaje, 3) Interior del restaurante, también de la página del restaurante, 4) Foto del espectáculo flamenco, 5) ¡Mi madre preparando una de sus insuperables paellas!, 6) Interior del restaurante, cosecha propia, 7) Curiosa foto muy movida de la bailaora.
Fotos: 1) Exterior del indescriptible restaurante español, de la página del propio restaurante, 2) Una foto de uno de los bloques de aparcamientos en Tempe... Lástima no tener ninguna foto de la calle nocturna: hubiérais podido comprobar lo "lunar", o "marciano" que parecía el paisaje, 3) Interior del restaurante, también de la página del restaurante, 4) Foto del espectáculo flamenco, 5) ¡Mi madre preparando una de sus insuperables paellas!, 6) Interior del restaurante, cosecha propia, 7) Curiosa foto muy movida de la bailaora.
5 comentarios:
¡Que foto tan mala de Aitana! Esta está requetemuchomejor Grrrrr ¡Ñaca!...
Bueno, sí, la chica de Barcelona, como la canción, era muy mona. Pero el catalán que nos atendio era lo peor. Es cierto lo que dice Julia, todo el mundo tiene que arrastrar con los defectos de cierto tipo de gente. Si eres de Madrid, tienes que soportar a madrileños chulos, prepotentes, nacionalistaespañoles, etc... y si eres catalán, tienes el problema de la gente como la del camarero este, que se entera de que somos de Madrid y va a provocar. Porque es lo que en realidad parecía aquello, una simple y llana provocación: una mentira descarada lanzada para cabrear a los de Madrid y que le insultásemos o algo, para luego poder decirle a sus compañeros (catalanes) como de bordes y fachas son los de Madrid.
Bien, después de este desahogo, me atrevo a decir que no vayais a ningún restaurante español en el extranjero, salvo que esté recomendado por un mínimo de tres o más personas procedentes de distintas comunidades autónomas. Además ¿para que quiere ir alguien a algún restaurante de su país en el extranjero? Nosotros no queríamos, nos llevaron, habría preferido ir al McDonalds que es más típico del lugar y más barato (menuda clavada de sitio). Lo del reggeton después de la cena ya fue espectacular. Allí se mezclaba todo: lo mejicano, lo puertorriqueño y las sevillanas.
Hola Julia...
Muy buena y detallada la descripción de los elementos culinarios y extraculinarios. Lo de los restaurantes españoles en el extranjero debe ser como los restaurantes chinos en España, con su cerdo agridulce (albóndigas con mermelada, que decía Torrente), sus rollitos de primavera y su decoración de farolillos rojos y murales en relieve de la Gran Muralla o de una cascada en la que el agua parece moverse. Mi única experiencia es de cuando estuve en Bruselas el año en que coincidimos: me llevaron a un "tapas bar" muy céntrico. De entrada, había que pedir un mínimo de tres tapas por barba, cada tapa era un cuenquillo de barro con cosas que no había visto en mi vida (una tortilla de patatas como con un estofado raro y mayonesa encima). La decoración, por supuesto, digna de las películas de Landa, sólo faltaba José Luis López Vázquez llamando "Mo-nu-men-tooo" a la guiri de turno. Era una mezcla del corral de la Pacheca y la taberna de Curro Jiménez.
Respecto de las particularidades regio/nacionales, estoy de acuerdo con los dos. Vuestra historia me ha hecho recordar una historieta del Makinavaja que está con Popeye en un restaurán de una zona turística catalana y les va a tomar nota un camarero que no les quiere hablar en castellano. Al final se cabrea el camarero y se va exaltado cantando a voz en grito "els segadors", lo gracioso es que en una mesa cercana hay un turista que, al oirle, se pone a dar palmas y a decir "ole, flamencou!"
Un saludo y sigue escribiendo cosas, que siempre las leo
¡Hola Luis! ¡Cuánto tiempo sin leerte por aquí! (me ha hecho ilu tu comentario, sobre todo cuando últimamente, la gente no se anima mucho a comentar...).
Pues sí, normalmente los restaurantes y garitos españoles en el extranjero dan mucha, pero que mucha penita y todo porque siempre estamos infravalorando nuestra cultura... Habría que pensar a lo grande (ya desarrollaré la idea cuando os cuente lo del merchandaisin de Las Vegas), como hacen los franceses, o los propios americanos, que te venden un pirulí, y le dan más publicidad que la madre que los parió...
Y al final, lo de los chinos, ni siquiera viene a ser igual, porque aunque hay carretadas de restaurantes chinos horteras hasta decir basta, siempre acaba surgiendo entre la multitud alguno bueno, bueno, con comida china de verdad (véase el Pato laqueado de Plaza de Castilla... ¡Pa chuparse los dedos!).
Por cierto, gracias por la historieta contada de Makinavaja... Ya me los imagino, al Maki y al Popeye, poniéndole caras al camarero gilipollas (y la turista gorda, rubia, con gafas de sol)...
¡Dios mío qué experiencia! Es cierto que no deberíamos ir a restaurantes españoles en el extranjero, pero al final es que somos muy paletos. Claro que en vuestro caso os llevaron.
Por cierto Pablo, buena foto de Aitana, ya te digo si está mejor...
Tomás
Ja, ja... Tienes razón... Pero bueno, bah... Nosotros seremos paletos yendo a los garitos de lolailo en el extranjero, pero nunca seremos peores que los yanquis, que allí donde van, se hacinan en sus detestables McDonalds... (Cualquier bar español y cualquier restaurante chino con cascada de pega incluida tienen más clase)...
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