Pues sí, pues sí. Las fotos que os pongo en este post bien las querrían para ellos los del tomate… Yo, que ya he perdido por completo la vergüenza propia (que no la ajena, porque allí, en los USA, pasaba vergüenza ajena casi todos los días...) en esto de los mundos de los blogues, me atrevo a cascaros unas “pilladas” mías propias, pa que veáis mi obvio trasero, aparte de mi depuradísima técnica de natación.
En fin, para que os ubiquéis, estas fotos datan de un calurosísimo domingo arizónico, al día siguiente de haber estado en Phoenix. Claramente, nuestro futuro en Arizona se iba definiendo, porque después de habernos cerciorado de que verdaderamente estábamos en un agujero (soleado, pero agujero), ya nos podíamos tomar las cosas con calma, ya.
Las fotos me las hizo Pablo in fraganti desde la ventana de nuestra habitación. Habíamos vuelto de nuestro supermercado ecológico (llevé a Pablo por primera vez, y me acuerdo de que compré zanahorias, aunque no podría aseguraros para qué las quería) y yo tenía muchísimo calor, pero Pablo no se podía todavía bañar en la piscina, por si acaso le entraba agua en su todavía maltrecho oído. Como le estoy indicando a Pablo en la foto, ni siquiera me enteré de que me estaba haciendo estas fotos, porque sin gafas y con los tapones puestos (¡no iba yo a exponerme a la otitis también!), ni veía, ni le oía...
También podéis ver en alguna de las fotos cuál era la magnitud de mi “moreno albañil”, inevitable, por otra parte, porque a ver cómo me iba a poner morena del todo, a no ser que me paseara en bikini con la bici por Tempe (cosa que, como comprenderéis, no pensaba arriesgarme a hacer)... Eso sí, los brazos se me pusieron negros, negros... Y eso que yo soy lechosa de naturaleza.
Y aprovechando la coyuntura, os cuento una anécdota que me hizo gracia en su momento, y que demuestra de nuevo que la lógica americana, muchas veces puede llegar a resultarnos un poco oblicua. El día que fuimos al Wall Mart con Tony, el jefe de Pablo, y pasamos junto a un motel en Tempe. Se me ocurrió comentarle a Tony que me resultaba muy curioso que las piscinas que habíamos visto eran muy pequeñas en proporción al calor arizónico (la mayoría de las piscinas de los apartamentos de Lemon Street, por ejemplo, eran de esas con forma de riñón, poco hondas -de hecho, si os fijáis en la foto, podéis ver el cartelito de 5ft -1,5 m- de profundidad de nuestra piscina-, que aquí en España normalmente son para que los niños hagan sus necesidades). Sin ir más lejos, nuestra piscina era muy grande para lo que habíamos visto, y no os creáis que era mucho más grande que la que mis padres tienen en su jardín. Me hizo gracia, porque Tony me contestó: "Claro, las piscinas son así de pequeñas para que la gente no nade en ellas". (¡Igual que en España! Las piscinitas de niños no son pa nadar precisamente).
Bueno, pues no creo que tengáis oportunidad de ver otro ejemplo de mi exhibicionismo en otros posts, aunque tengo otras historias “jugosas” sobre promiscuidad yanqui (¡sí! resulta que existe) de nuestra estancia, que muchos de vosotros ya habéis oído (Hay que ver lo que hay que hacer para conseguir audiencia… De aquí al polígrafo hay un paso).
3 comentarios:
¡Pero bueno! ¡¡noticias rosa en el post de la Juli!! ¡¡Y encima de tí misma!!
Ten cuidado que como dices a ver si van a venir los del tomate.. aunque igual el Peibol que tenía la exclusiva las ha ido a vender antes a Salsa Rosa... ¿le has preguntado?
Bueno, ya estoy de vuelta de las Argentinas y a partir del lunes de nuevo en el tajo, con internés incluído.. y cuando funcione de nuevo el blog a ver si pongo alguna fotillo también del viaje. (a lo mejor pongo alguna foto jugosilla como estas tuyas, jeje...)
Besos.
¡¡¡Fraaaannn!!! ¡Qué alegría! ¡Estás vivo!
Ya pensábamos que te habían abducido, o algo así... Sobre todo, nos pegamos un susto terrible cuando vimos que tu blog lo han ocupado tres individuos desconocidos... ¡Mírate eso, por favor!
Ya sabes, tienes mucho que contar, que tú te vas a las Argentinas, y eso tiene más jugo (más jugo de chuletón, seguro) que nuestra árida experiencia arizónica...
¡Me alegro que estés de vuelta! ¡Da pronto señales de vida!
Besotes,
Julia
Vaya, yo, con todo lo que has contado ya, me imagino que esa piscina estaba llena de agua caldosa ¿no? Con lo que refrescan las playas del cantábrico... Bueno, a veces demasiado.
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