sábado, 6 de octubre de 2007

Preparándonos para Las Vegas

Sólo quedaba ya un fin de semana (y un lunes) para que nos piráramos a Las Vegas… ¡¡¡Por lo menos teníamos algo por lo que sentir anticipación!!! El fin de semana transcurrió como casi todos los fines de semana en Tempe: entre tartas de chocolate cheesecake, aventuras gráficas (este le tocó a Myst), e incluso fuimos a hacer una última compra nocturna (ya sabéis, “nocturno” aquí quiere decir “a las ocho de la tarde-noche cerrada”) a nuestro Safeway de siempre, porque tampoco era plan de dejar la nevera vacía antes de irnos (sobre todo, el congelador, que nos garantizaba que tuviéramos avituallamiento al volver). Por lo demás, calculamos bien el horario para no perder el avión de Las Vegas y yo estuve el lunes (último día en Arizona antes del viaje) hasta las tantas, acabando la maleta, cosa que fue un desastre, porque ¡¡¡¡nos teníamos que levantar a las 5 menos cuarto de la mañana... Pablo se acostó muy poco antes que yo, por lo que, antes de nuestro viaje, dormimos más bien poco…

Por la mañana, el despertador sonó atronadoramente y nos levantamos de un salto para no llegar tarde. Nos tomamos el desayuno y Pablo fue subiendo nuestras bicis, para meterlas dentro de la habitación, una vez que hubimos plegado el sofá-cama y dejado espacio: tampoco queríamos que nos robaran las bicis, aunque ya veis; en Madrid desaparecen más que en la calurosa y desierta Arizona (y mira que todos los yanquis histéricos nos daban la plasta, diciéndonos que nos las iban a robar seguro, segurísimo…). En fin, que lo dejamos todo bien apagadito, con las bicis recogidas y atadas entre sí dentro de nuestra habitación (no fuera a ser que a la señora de la limpieza le entraran las ganas de llevárselas) y nos dirigimos a la parada del autobús para llegar al aeropuerto... ¡¡¡Así es como empezó nuestra aventura lasvegueña!!!

(Fotos: 1) El aparcamiento de nuestro Safeway una de esas noches que fuimos a hacer la compra, 2) El camino que recorrimos a pie para dirigirnos a la parada del autobús aquella mañana que nos marchábamos a Las Vegas -por supuesto, esta foto es de otro día, que el sol estaba mucho más alto: aquel día nos levantamos lo suficientemente temprano como para experimentar un agradable fresquito que, os lo aseguro, tres o cuatro horas más tarde, era imposible notarlo).

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