jueves, 29 de enero de 2009

Dishes del Treasure Island y la recreación veneciana del Venetian

Techo de The Venetian


Uf, no me acuerdo a qué hora comeríamos, pero lo que sí sé es que había hambre… No suficiente como para acabar con el buffet (cuyo económico precio de 16 dólares, nos acabó de convencer, aunque entonces, ya os digo, era hacer un derroche pa nosotros), pero sí como para ponernos hasta arriba de sushi preparado por una japonesa viejísima, que estaba encantada de echarnos cantidades industriales de sus creaciones en nuestros platos… Recuerdo también que volví loco al encargado de las ensaladas porque le pedí un tipo de ensalada sin haber leído más que por encima los ingredientes y luego me di cuenta de que no quería casi ninguno de los que llevaba… Por lo menos, el hombre se lo tomó bien y se partía de la risa cada vez que yo le pedía que quitara uno de los ingredientes… También me acuerdo de que los postres era lo más flojo del buffet: mucha masota y poco chocolate fino... Además, para cuando uno llegaba al postre, ya no tenía ganas de ná.

Después de saciar nuestros necesitados estómagos, salimos a dar una vueltecilla ya entrada la tarde en Las Vegas city. Lo primero que hicimos fue salir del Treasure island y cruzar la Strip para sentarnos un ratito en la escalinata de la veneciana reproducción del Palacio Ducal del hotel The Venetian… Recuerdo muy vívidamente la sensación de estar allí, asomada a la balconada, escuchando en la lejanía el Think of Me del Fantasma de la ópera que se estaba escenificando en el interior del teatro del hotel… La música del fantasma siempre me transporta a un recuerdo lejano en el tiempo y también en el espacio —Londres—, pero esa es otra historia que debería contaros en otra ocasión… Además, el West End londinense estaba tan lejos como parecía de aquella calurosa plaza de Nevada, en la que, en aquellos momentos, soplaba la agradable brisa de la tarde…



Cuando nos cansamos de escuchar la música del fantasma, entramos en aquel otro hito del panorama lasvegueño: la enorme reproducción de la ciudad italiana, reconvertida en hotel de lujo desmedido. Yo no tenía mucho con lo que comparar, pues no he pisado Italia en toda mi vida, y Pablo ya estaba curado de espanto después de su experiencia peplumiana, por lo que The Venetian no nos chirrió tanto como su primo el Caesars Palace. Tal vez sea precisamente porque este hotel está concebido con mucho lujo y ese mismo lujo es el que imprime un poco más de discreción al cartón piedra... Mmm, en realidad no lo sé, pero la reproducción a escala de la plaza de San Marcos, según lo que Pablo recordaba, era bastante fiel.

Lo que está claro es que los canales, que recorrían el interior y los exteriores del hotel, con sus góndolas y sus gondoleros, claro está, eran muy curiosos (cuando hablamos de este hotel, César siempre me recuerda que los canales del Venetian los gestiona el servicio de aguas de la ciudad de Las Vegas, porque se consideran vías navegables...). Recuerdo muy bien la extraña sensación que producía estar allí, en mitad de un puente con el canal debajo, el cielo de mentira iluminado para dar la sensación de que era el de un día soleado, los turistas haciendo fotos como descosidos y entrando en las tiendas de lujo de las galerías comerciales que llenaban el hotel entre canales, y un poco más allá, un bar de oxígeno, en el que tipos con pinta de yupis y varias turistas japonesas tenían unos tubitos conectados a su nariz y en el otro extremo respiraban oxígeno de diferentes botellitas burbujeantes con colores de aspecto radioactivo y, supuestamente, distintos olores...

Poco a poco, fuimos adentrándonos en las entrañas del Venetian, que es enorme y laberíntico (imagino que como la Venecia real), hasta que acabamos paseando por la planta en la que se encontraban las salas de conferencias y reuniones: por lo visto, el Venetian es uno de los hoteles favoritos para estos menesteres. De repente, las hordas de turistas como nosotros eran sustituidas por otras de hombres y mujeres encorbatados, trajeados y con pinta de ir a todas partes con prisa... ¿Supongo que con prisa por jugar a la ruleta después de un duro de día de trabajo y conferencias? No sé... Tardamos un poco en salir de aquella planta que parecía no tener fin y acabamos llegando a la entrada del teatro del Fantasma de la ópera. Curioseamos la tienda de souvenirs (no encontré nada digno que comprarme, y eso que yo soy muy fan...) y acabamos jugando a una tragaperras (que podéis ver en la foto) que se de vez en cuando profería una carcajada gutural digna del mismísimo fantasma parisino (o, dado el caso, del Dr. Horrible)… Sobre todo cuando perdías tus cuartos en ella (en fin, tampoco es que echáramos mucho dinero… Pero la combinación en la foto es nuestra: claramente, no era una triada por la que nos fueran a dar un premio…).

Decidimos salir del Venetian, pero no era tan fácil decirlo como hacerlo, así que después de dar dos o tres vueltas infructuosas sin lograr encontrar la salida, le pregunté a un camarero jovenzuelo que pasaba por allí. El chico resultó ser muy majete y nos acompañó a la salida mientras chapurreaba en español y nos preguntaba todo tipo de detalles sobre nosotros… También nos contó que había estado viajando por Europa (por lo menos éste no era de esos americanitos que se conforman con pisar el Venetian y ya con ello se sienten más europeos…) y trabajando aquí y allá, por lo había aprendido no-sé-cuántos idiomas (me habló en alemán y en francés, y tengo que decir que no lo hacía nada mal en ninguno de los tres idiomas)… El tipo parecía la mar de espabilao y como aparentaba mucha menos edad de la que debía tener (para que os lo imaginéis, tenía la misma pinta que el adolescente de voz temblorosa de los Simpson, o sea, que no aparentaba más de 17 años), pues parecía aún más desenvuelto... En fin, cuando nos llevó por fin al exterior, a la entrada de la pasarela entre el Venetian y el Treasure Island, le dimos las gracias y nos despedimos de él, para continuar nuestro paseo.


[Fotos: 1) Extraña foto del techo del Venetian, cosecha propia, 2) La entrada del buffet, Dishes , 3) La reproducción del Palacio Ducal, cosecha propia, 4) Interior de los canales del Venetian, cosecha propia, 5) Folleto del Fantasma de la Ópera, 6) Bar de oxígeno del que os hablaba, 7) Máquina tragaperras del fantasma que se reía de nosotros con sorna... Como véis, en ésta tampoco tuvimos suerte, 8) El adolescente de voz temblorosa de los Simpsons, 9) Exterior del Venetian, con la Strip al fondo y los gondoleros de pega.]



viernes, 9 de enero de 2009

La lucrativa franquicia del Cirque du Soleil




Con el horario total y definitivamente desplazado, en nuestro penúltimo día en Las Vegas nos despertamos nada menos que ¡a la una del mediodía! (supongo que la pereza es un pecadillo menor en comparación con el fabuloso despliegue de pecadores empedernidos que nos rodeaban…).

Aún nos quedaba patearnos un poco más el interior de los hoteles-casinos más cercanos, también queríamos ver algunos de los espectáculos exteriores que tenían algunos de ellos y habíamos pensado que queríamos asistir a alguno de los espectáculos del Cirque du Soleil... Y sólo nos quedaba un día y medio de libertad lasvegueña antes de volver al ardiente infierno arizónico de Tempe…

Claro, siendo la una, ya habíamos perdido toda la mañana y no era cuestión de perder el tiempo desayunando, así que de nuevo salimos del New York, New York pensando en probar suerte con lo de las entradas para el Cirque du Soleil.

Antes de continuar, debería aclararos (yo antes de pisar Las Vegas tampoco lo sabía) que la compañía del Cirque du Soleil, que aquí nos venden como la cosa más única del mundo (seguro que mucha gente piensa que es sólo una compañía circense que se dedica a hacer giritas con diferentes espectáculos…), en Las Vegas toma una nueva dimensión y se multiplica por cinco, puesto que hay un espectáculo del Cirque du Soleil casi en cada uno de los casinos importantes de la Strip ¡resulta que de única, no tiene nada! La cuestión es que Cirque du Soleil es en realidad una gran empresa de entretenimiento en la que trabajan más de 4000 personas en todo el mundo. Los espectáculos que podéis ver aquí en España cuando pasan por aquí son los itinerantes y los cinco que hay en Las Vegas son fijos y, para que os hagáis a la idea, cuentan con 9000 espectadores por noche (es decir, el 5% de los visitantes de la ciudad).

Pues nosotros también queríamos convertirnos en unos de ellos (allá donde fueres…), así que fuimos a preguntar al kiosco dentro del centro comercial cuya puerta estaba en la botella gigante de Coca-cola que se veía por la ventana de nuestra habitación, y nuestra primera duda era por cual de los espectáculos decidirnos (nunca hemos visto nada del Cirque du Soleil, así que no hay posibilidad de comparar). los cinco espectáculos eran los siguientes:

  • Mystère: que estaba en el hotel Treasure Island, creado por el famoso director artístico Franco Leone (cuyo nombre puede leerse en casi cualquier cartel que anuncie espectáculo con pinta de onírico, como por ejemplo, el que en ese momento tenía Céline Dion en el Caesar's Palace…). Por lo visto, al dueño del hotel, Steve Wynn, que había financiado el proyecto, no acabó de gustarle mucho el montaje, porque acusó a los del Cirque du Soleil de haber creado una “ópera alemana anticuada”… A pesar de todo el espectáculo cosechó un gran éxito.
  • Ô: Al señor Steve Wynn, el dueño del Treasure Island y también del Bellagio debió de pasársele el enfado por lo del Mystère, porque ayudó al Cirque du Soleil a financiar la construcción de un nuevo teatro en el hotel Bellagio (sí, ése, ése, el de Ocean's Eleven, del que os hablaré más adelante) para que Franco Leone de nuevo pudiera crear otro estrambótico espectáculo, esta vez acuático. En él, los artistas salen y entran de una piscina gigante que contiene 5,7 millones de litros de agua, con las consecuentes dificultades que eso tiene: los trajes de los artistas tienen que ser a prueba de los productos químicos que lleva el agua, al igual que el maquillaje. Además, todo el teatro debe tener una climatización especial debido a que tanta cantidad de agua crea un ambiente demasiado húmedo…
  • Zumanity: era uno de los espectáculos del Cirque du Soleil que menos nos llamaba la atención. Se representaba en nuestro propio hotel, el New York, New York, y es un espectáculo de cabaret, cuyo tema principal es la sexualidad humana. Es, según sus propios creadores, el único espectáculo de Cirque du Soleil que no es apto para todos los públicos... A pesar de que todo esto prometía, no tenía pinta de ser tan espectacular como los otros montajes.
  • : Los envidiosos del MGM no pudieron soportar la idea de que el NYNY tuviera un espectáculo de Cirque du Soleil y ellos no, así que se montaron éste en el que daba la sensación de que el Rey León jugaba al as artes marciales... En fin, tampoco prometía mucho, porque por lo visto la historia era más lineal que en otros montajes... A pesar de eso, por lo visto, los trajes eran preciosos.
  • LOVE: que era el que a mí más me apetecía, porque resulta que era un montaje creado en colaboración con George Harrison, con música original de Los Beatles... Estaba en el Hotel Mirage, junto al Treasure Island: al final, todos los vecinos tenían su propio espectáculo del Cirque du Soleil.

En fin, preguntamos por las entradas de reventa, pero aquello era un timo: sólo revendían entradas de patio de butacas o de palco, lo que suponía pagar el doble que en una entrada doble de las más baratas. ¡Los precios no bajaban de 100 dólares per cap! En esas circunstancias y dado lo apurados que andábamos de guita, no nos era posible ni soñarlo, así que decidimos pasarnos por el Mirage y preguntar directamente en la taquilla del teatro, antes de buscar algún sitio para comer.

Allí nos informaron de que había entradas por 35 dólares, que con el cambio de aquella época y para nosotros seguía siendo un fortunón: lo pensamos y decidimos dejarlo… Tampoco es que aquella noche nos aburriéramos, pero no hubiera estado mal haberlas cogido… Mira: ésa es una cosa pendiente si alguna vez volvemos a Las Vegas (je, je). Ya apretaba el hambre, así que cogimos un trenecito tipo metro rápido que hay entre Le Mirage y Treasure Island y fuimos a comer al restaurante-buffet del segundo hotel, Dishes, porque habíamos visto un cartel que nos había exaltado los jugos gástricos.

[Fotos: 1) Cosecha propia del Mirage al atardecer, con la publicidad del espectáculo del Cirque du Soleil, 2) El cartel del espectáculo que Céline Dion intepretaba, dirigido por el famoso Franco Dragone, 3) Lo que se veía desde nuestra ventana en el NY,NY, entre otras cosas, la botella de Coca-cola gigante, 4) Cartel de Mystère, 5) Cartel de Ô, 6) Cartel de Zumanity, 7) Cartel de Kà, 8) Cartel de Love. Todos los carteles de espectáculos los he sacado de Las Vegas Magazine, de la semana del 17.9.2006]



sábado, 20 de diciembre de 2008

Segunda noche lasvegueña: La ruleta, ese entretenimiento tan ludopático



De nuevo con hambre y el horario algo desplazado (como yo ahora, que me tiro hasta las cuatro y media de la mañana escribiendo posts y luego tengo que trucar la hora para que no penséis que soy un vampiro, aunque estoy intentando arreglarlo...), nos despertamos de la siesta por segunda vez bastante tarde en Las Vegas, cuando las luces nocturnas de los casinos ya se habían encendido de nuevo… Nos despertamos con hambre (y con picor en mi sarpullido de las piernas...), porque sólo nos habíamos comido un perrito caliente de comida, así que salimos dispuestos a encontrar algún sitio en el que nos dieran una buena cantidad de cena... La verdad es que es una pena que no conociéramos un poco mejor los restaurantes de Las Vegas y dónde se comía mucho por pocos dólares, pero al final acabamos en un chino buffet enorme cuyos ventanales daban a la Strip y que se accedía a él por unas escaleras mecánicas desde una plaza en la que había una especie de chiringuito-karaoke en el que la gente (supongo que borracha como una cuba) ¡pegaba unos graznidos!

En fin, el sitio aquel era bastante cochambroso, aunque la comida no estaba del todo mala y sobre todo, era barata (ya veis, 12,99 dólares la cena), ¡y laxante! (casi tanto como las hamburguesas del McDonalds)... La verdad es que no duramos mucho allí, porque el restaurante estaba un poco vacío (sólo había unas cuantas parejas cenando) y los encargados estaban todo el tiempo pendientes de nosotros (irritante costumbre típica de algunos camareros chinos…): en fin, no mucho que ver con la algarabía que reinaba en el restaurante de Wok al que solemos ir aquí en Madrid (estuvimos allí hace un par de días y tenían montada una fiesta de instituto totalmente ensordecedora...) y pronto estábamos de nuevo en la calle, dispuestos a descubrir más casinos de la noche lasvegueña.

Como en el chino no había postres demasiado apetecibles, volvimos sobre nuestros pasos hacia la segunda planta del New York, New York, en la que había un tentador puesto de helados, junto a la entrada de la reproducción del Bar Coyote (que estaba hasta los topes: nosotros no entramos, pero había una cola enorme para entrar)... No me acuerdo de lo que me comí yo (¿sería un helado de fresa? Mmmmm, no me acuerdo...), pero estoy segura de que Pablo se comió uno de chocolate. Ya que estábamos allí, decidimos cruzar la pasarela sur hacia el Exin Castillos de Las Vegas, el casino Excalibur.



Éste es otro de esos extraños casinos (del estilo del Circus circus, del que ya os hablé) que aspiran a ser "casinos para todos los públicos", aunque el pretendido ambiente familiar tipo Disneylandia acabe pareciéndose más a decorado de película porno medieval, todo lleno de taberneras con los pechos medio al aire y pajes, reyes y bufones pululando aquí y allí... Una cosa que nos gustó del Excalibur fue que, en línea con su espíritu educativo, vimos que anunciaban clases de ruleta los martes y jueves a mediodía… ¡Buena idea! No todos los que vamos a Las Vegas tenemos ni pajolera idea de cómo se juegan a esas cosas (la verdad es que me habría gustado asistir a una de aquellas clases)…

Seguimos de inspección por el casino medieval y por fin nos paramos un rato a ver cómo se desarrollaba una de esas famosas partidas de ruleta. Seguramente para aquellos de vosotros que sentís ansias ludopáticas, la ruleta sea algo que deberíais probar, aunque es cierto que parece que hay que jugar con un poco de cabeza, porque aparementemente se puede ganar mucho dinero si uno juega con inteligencia (y, sobre todo, con sentido común). Así que nos paramos junto a una mesa en la que estaba jugando un primo de Saddam Husseim (sí, sí, en la foto no se le ve demasiado bien, pero era el tío de la camiseta naranja...): aquel fulano, a pesar de sus pintas de butanero, estaba forradísimo: tenía montañas de fichas y no parecía jugar nada mal, igual que el otro hombre alto, de la camisa blanca.

Un poco antes, jugó contra ellos un tercero, un tipo joven, nervioso, que vestía una camisa de flores y tenía un aire desesperado… Nos impresionó lo rápido que perdió todas sus fichas: llegó a la mesa con un montón de fichas, que colocaba casi todas en las mismas casillas... Me parece que durante un momento, las cosas parecieron salirle bien (supongo que fue porque salieron algunos de los números a los que apostó, pero sin saber más sobre el funcionamiento de la ruleta, no sabría deciros...) y acumuló una pequeña fortuna... Pablo y yo no llegábamos a comprender porque no se retiró entonces, aunque supongo que tendría que ver con su nerviosismo y su aire desesperado... El caso es que el tipo siguió apostando y apostando, hasta que los miles de dólares (sin exagerar) que había acumulado momentos antes se esfumaron sobre la mesa. El tipo apuró su bebida y se largó de la mesa mientras el primo de Saddam Husseim y el otro le observaban con cara de suficiencia. Estaba claro que ellos tenían más arte con aquello de la ruleta, porque para cuando nosotros nos cansamos de mirar, ellos todavía seguían allí, ganando o perdiendo montones de fichas, según tocara.

Tanto juego y tanta perdición... Claro, al final nos entró sed y quisimos tomarnos una copilla… Creo que ya os había contado antes que nos habían dado por la mañana unos tickets de descuento para un bar dentro del Montercarlo, así que volvimos a poner rumbo al norte, aunque no nos fuimos muy lejos (el Montecarlo está al norte del NYNY). Todo fue inútil: no encontramos dónde estaban aquellos bares de marras y acabamos dando vueltas por aquel sórdido casino, cuyo pubs, apenas iluminados y con la música a todo volumen, estaban llenos de solterones cuarentones de mirada hambrienta…

De vuelta al NYNY pues, pero como todavía nos apetecía beber un poquillo de alcohol, entramos en la taberna irlandesa del casino (¿¿cómo podía faltar si no una reproducción neoyorquina un típico pub irlandés??): The nine fine irishmen. El segurata de la entrada era un cachondo (un tipo calvo y enorme, con un aspecto amenazador…) y le estuvo un rato tomando el pelo a Pablo (por supuesto, nos pidió el carné de identidad para comprobar que éramos mayores de edad (?) y luego hizo unas cuantas bromas sobre aquello...) y luego ya sí que nos dejó entrar... Allí, lo de la reproducción de pub irlandés se lo habían tomado muy a pecho: no hacían más que poner cancioncitas de The Corrs y de U2, por si cabía alguna duda. Nos bebimos sendas pintas de Guinness que estaba muy rica y nos quedamos allí a pasar un ratito, mirando como la gente bailaba, hasta que la banda sonora volvió al principio y The Corrs empezó a rallarnos...

Como ya habíamos cumplido el objetivo de bebernos un algo y ya empezaba a ser tarde, nos retiramos de nuevo a dormir en nuestro segundo día en Las Vegas.

[Fotos: 1) Yo, entre la multitud, frente al NYNY, 2) Foto del restaurante chino-buffet, de Parka81, 3) Interior del Nine Fine Irishmen, de la Las Vegas Magazine, 4) Cosecha propia del Excalibur, desde la pasarela NYNY-MGM, 5) El primo de Saddam Husseim jugando a la ruleta, 6) Nuestras dos pintas, que se ven muy mal, porque el pub tenía muy mala iluminación, 7) Cara de nuestro posavasos, 8) Cruz de nuestro posavasos.]



sábado, 13 de diciembre de 2008

Segundo paseo por la Strip II y final: El circo en mitad del desierto



Después de subir a la torre del Stratosphere, tocaba seguir entrando en los diferentes hoteles de la Strip, así que empezamos por el más cercano, el Sahara, mítico hotel lasvegueño de inspiración arábiga, donde cantaba Marlene Dietrich y donde se rodó el Ocean's Eleven de 1960… Y que ahora en su entrada contaba con una terrorífica atracción que ponía cabeza abajo a los que se atrevían con ella, en un looping que, al lado de los monstruos del Stratosphere parecía un juego de niños… El problema es que, dado lo efímero de la existencia de estos hoteles-casinos, en aquéllos que vivieron su esplendor en los sesenta con Frank Sinatra, la Dietrich, Liza Minelli o Jerry Lewis se respira un ambiente caduco y pasado, las máquinas tragaperras están polvorientas, el decorado de cartón piedra está ajado y los techos bajos y las lucecillas incesantes hacen que sean sitios muy claustrofóbicos... Lo que ya dije en su momento del Aladdin era totalmente aplicable al Sahara y a otro de los casinos míticos que poco después visitaríamos: el Stardust (que precisamente meses después de que nosotros volviéramos de Arizona se convertiría en lo que su propio nombre indica: un montón de polvo y no precisamente de estrellas), allí donde actuaba Elvis…

Sahara


En ninguno de ambos duramos más de cinco minutos: nos agobiaban aquellas salas de juego anticuadas llenas de tipejos raros que bien podrían asemejarse a las de cualquier bingo carabanchelero, así que después del Sahara hicimos un alto en un lugar cuando menos pintoresco (si que había algo que no fuera pintoresco en Las Vegas) que puede que os suene de Leaving Las Vegas o de algún capítulo de CSI, la World’s Largest Gift Shop, una mega tienda de souvenirs, eso sí, bastante grande por hacerle honor a su nombre, que tenía de guardia de seguridad en la puerta al jefe indio de Alguien voló sobre el nido del cuco (bien, vale, quizás el tipo no era tan imponente, pero vosotros no lo habéis visto, así que me puedo tomar la licencia poética) que se permitía obligarnos a todos los curiosos que entrábamos en la tienda a registrarnos bolsos y mochilas ¡a la entrada y a la salida! El sitio aquel parecía un gran bazar lleno de trozos de plástico imposibles, pero debíamos de tener la tarde tonta, porque nos pusimos a hacer el bobo con los sombreros de fieltro gigantes y con dados de peluche tamaño king size... Por supuesto, tengo pruebas fotográficas de esto, pero no las veréis, ¡no! Entre otras cosas, porque no creo que Pablo se quiera ver y yo tampoco quiero que me veáis, ¡que ya os he dado suficiente espectáculo!

CircusCircus


Después de hacer un rato el tontaina y salir de la tienda sin comprar nada (¿o sí compramos alguna idiotez? Sé que luego compramos souvenires de esos chillones y horteras en tiendas más cerca del hotel, pero no en aquella World’s Largest…), como seguíamos con la tontuna, decidimos que ya era hora de volver a intentarlo con las tragaperras, así que nos dirigimos a la siguiente parada de nuestro recorrido, un lugar que era una contradicción en sí mismo: el circo en mitad del desierto que anuncio en el título, pensado, sí señores, sí, para los más peques de la casa…

Sí, quizás no os lo creáis, pero ese lugar es el Circus Circus, un hotel casino temático del que ya os había comentado que tenía una carpa en cuyo interior había una enorme montaña rusa acuática… Pues sí, aunque Las Vegas probablemente sea el lugar menos indicado para organizar unas vacaciones familiares y aunque la mayoriza de los casinos ni siquiera permite la entrada de tiernos infantes, los señores empresarios no quieren dejar escapar a ni un solo segmento de los posibles turistas, por lo que este casino se especializa en familias felices, a ser posible con bebés y niños pequeños, ¿quién dijo que la ciudad del pecado fuera sólo para pecadores? ¡El negocio es el negocio! El caso es que el lugar no tenía despedicio: un penetrante olor dulzón a algodón de azúcar dominaba el ambiente y toda la decoración parecía sacada de la mente de algún payaso demente... Eso sí, las máquinas tragaperras y las mesas de ruletas se intercalaban con cándidas tiendecillas de animales de peluche y de chucherías de todos los colores… Claro que aparte de las familias (y de los cartelones que anunciaban que ningún menor podía corretear suelto entre las tragaperras sin un adulto que lo acompañara… Fíjate tú qué incongruencia), otras bastante aficionadas a este casino eran las abuelas jubiletas que se gastaban la pensión a puñados en las maquinillas… Me impresionaron unas señoronas gordísimas y negrísimas que no hacían más que echar un dólar tras otro en las máquinas de alta apuesta, situadas en el centro del casino… Los ojos fijos en la máquina, concentradísimas en lo suyo, apenas dejando escapar un gritito de emoción o alguna interjección incomprensible cuando la máquina se dignaba a devolverles un tantillo porciento de sus pérdidas para mantenerlas enganchadas...

En fin, como os decía, nosotros también nos animamos (aunque no con las de apuestas altas, ya nos era suficiente con jugarnos dos o tres dolarcillos…) y ¡fue la primera vez que ganamos! En concreto, 8,25 dólares, como atestigua Pablo en esta fotico que os pongo (¡ésta tenía que ponerla, la hice expresamente pal blog!)… Oye, ¡qué subidón da ganar, aunque sólo sean 8,25 dolarcetes! Total, que tampoco es que seamos muy ludópatas, así que en seguida fuimos a la caja pa que nos dieran los cuartos y nos introdujimos un poco más en la carpa-parque de atracciones (allí los niños sí pueden andar sin correa...), que teñía la luz de la tarde de septiembre en aquel color rojísimo digno de los chapines de Judy Garland… Lo bueno que tenía andar descubriendo Las Vegas en miércoles era que no había ni Dios, y Pablo y yo, que somos alérgicos a las aglomeraciones, pues nos vino mejor… Como todo estaba libre y no había ningún sitio en el que conseguir suelto (queríamos comprar una botella de agua y la máquina de turno sólo aceptaba monedas), vimos unas mesas de ¿hockey? (bueno, si no sabéis lo que es, la foto seguro que os lo aclara...) y nos decidimos a echar una partidilla. ¡Si ni siquiera ahora sé cómo se llama la maldita cosa, como para haber intentado ganar a Pablo! Vamos, ni una oportunidad que tuve, me metió una paliza terrible, no sé si fueron 6 a 0, o algo así (menos mal que luego yo soy mejor en Tetris, que si no...), pero nos reímos un rato, bebimos agua (aquello seguía estando en el maldito desierto, a pesar del aire acondicionado interior) y acabamos de dar una vuelta por aquel singular casino familiar.

Para cuando salimos de allí, ya debían de ser las 6 o así y estábamos reventados, después de todo el día para arriba y para abajo… Entramos, como ya os he dicho antes, en el Stardust (lo hicimos por una puerta lateral en la que un puñado de tipos con muy mala pinta estaban apostando a diferentes deportes y había otros jugando a una especie de bingo incomprensible…) y salimos casi al instante, porque ya no podíamos más con nuestro cuerpo… La verdad es que casi no sé cómo logramos bajar todo el trecho que faltaba hasta el New York, New York, donde nos desplomamos en la cama y, a pesar de los insoportables picores que me martirizaban piernas, nos quedamos profundamente dormidos un buen rato...


CúpulaCircus


[Fotos (esta vez todas son cosecha propia salvo el mapa) : 1) Mi acostumbrado trocito del mapa 3D, que podéis ver aquí completo, 2) Panorámica del Sahara, 3) Exterior de la tienda de regalos (¡no veréis nada más comprometedor!), 4) Panorámica del exterior del Circus, circus, con su cañonero en primer plano y tó, 5) Aérea del Circus, circus, pa que veáis dónde estaba la el parque de atracciones, bajo la carpa roja, 6) Un tal Peter Parker que acababa de ganar 8,25 dólares y con lo contento que estaba, parecía que había ganao el millón de dólares, 7) La mesa aquella en la que Peter Parker me dio un palizón, 8) El cartel del difunto Stardust elvisiano, 9) Interior de la carpa colorada del Circus, circus, con la luz de la tarde de la que os hablaba...]



viernes, 21 de noviembre de 2008

Segundo paseo por la Strip I: Una torre estratosférica

Y, de repente, ahora sí, hago un esfuerzo de memoria para intentar recordar qué hicimos aquellos días de septiembre de 2006 (¡Madre mía! ¡Hace más de dos años ya!), cuando recorrimos la Strip en sentido norte, para llegar hasta esa impresionante torre del hotel Stratosphere, que marca el final de la avenida más importante de Las Vegas...

Antes de continuar os diré que leyendo los dos últimos posts (estaba pensando en releerme todo lo escrito hasta ahora, pero no creo que me dé tiempo de momento…), vuelvo a revivir la curiosa agradable sensación que nos produjeron aquellos días en Las Vegas... Creo que ya os lo he dicho, pero ¡fueron todo un paréntesis a nuestra vida arizónica!

En fin, en esas estábamos según conté hace dos posts (en éste y en éste), después de una zona de la Strip casi vacía, alcanzamos la altísima torre del Stratosphere, ese último hotel de la Strip, desde cuya altura se puede ver todo Las Vegas. Era ya la hora de comer (nos habíamos levantado bastante tarde...), así que vimos los carteles de una apetitosa hamburguesería y no sé muy bien porqué, llegamos a la conclusión de que estaba en la planta intermedia de la torre...

Teníamos ganas de hacer un exceso y comernos una hamburguesa enoooorme. Había visto un reportaje en Arizona sobre Las Vegas y sacaban un concurso (el Big Daddy Eating Contest) para ver quién se comía más hamburguesas —muy à la Homer Simpson— y al final ganaba una minúscula chica de rasgos orientales... ¡Parecía imposible que fuera capaz de ganar a sus contricantes, unos enormes camioneros tatuados! En fin, en ese reportaje también hablaban de una hamburguesería llamada Big Daddy en la que preparaban las hamburguesas homónimas, con el diámetro de una rueda de cañonero... Pensamos que quizás habíamos encontrado un sitio similar en el Stratosphere (de hecho, hay uno en Las Vegas, pero no he sabido encontrar dónde… Ahora sé que hay uno en pleno centro de Nueva York, en el 239 de Park Avenue South, para más señas), así que nuestros voceantes estómagos nos guiaron hacia la base de la torre para comprar las entradas para subir hasta el mirador...


Al final, resultó que nos habíamos equivocado y la hamburguesería estaba abajo, en el casino, y estuvimos a punto de entrar a comer en el Top of the World, un restaurante de esos giratorios, a 200 dólares el cubierto… Reaccionamos a tiempo (sí, bueno, si hubiéramos reaccionado un poco antes de ver los precios en la carta mientras la camarera iba a buscarnos una mesa hubiera sido un poco mejor... ¡¡¡pero todo es culpa de la maldita mala costumbre de los americanos de no colocar la carta en la entrada!!!) y al final acabamos comiéndonos un perrito caliente en el mirador, que era toda una atracción en sí mismo, ¡tenía unas vistas magníficas!

Otra de las cosas más espectaculares del Stratosphere (y de Las Vegas en general) son las atracciones que el mirador del Stratosphere tiene en su cúpula (las llamadas “Triple Thrills” o “Three Thrills”… Vamos, las tres marías de las atracciones). Cada cual de las tres es más alocada y suicida, ¡parecen ideadas y construidas por el Joker! El día que nosotros subimos al mirador, estaban cerradas porque hacía un poco de viento… Y ya se sabe, teniendo un balancín que te deja suspendido en el vacío (X-Cream), la caída libre más alta del mundo (Big Shot) o el aparatejo ese (que se llama Insanity, y con razón) que te da vueltas en el vacío hasta que consigue que eches hasta tu primera papilla sobre las cabecitas de los lasvegueños, es posible que cualquiera de ellos se estropee o lo que es peor, deje caer a alguno de los locos que se ha subido en ellos al vacío y se estampe contra el cálido pavimento... Sí, sí... Por algún sitio he leído que hay unas cuatro o cinco muertes al año de gente que no se ata bien el cinturón de seguridad y acaba hecha fosfatina contra el suelo… Por supuesto, se recomienda encarecidamente a aquellas personas que padezcan del corazón que no se monten, porque también han tenido casos de paradas cardíacas... Y lo que sí suele pasar con relativa frecuencia es que el cacharro se estropee en plena faena y os quedéis “colgaos” boca abajo durante una horita y media, cosa que le pasaba un día sí y otro también a la antigua montaña rusa que fue desmantelada y sustituida por las tres marías… ¿Quién dijo miedo? ¡Id a Las Vegas y atreveos a montaros en esas máquinas infernales, valientes!

En fin, yo ya tuve suficiente montaña rusa con la vino después… Pero eso os lo contaré en otra ocasión... Por lo demás, el mirador del Stratosphere nos gustó muchísimo, hicimos unas fotos maravillosas de toda la vista, pudimos divisar incluso la zona de casitas bajas de las Vegas (resultaba sorprendente ver cómo de abruptamente se terminaba la zona industrial y comenzaba la zona residencial para dejar ésta paso al desierto de nuevo…) y fue lo más cerca que estuvimos del mítico Downtown que aparece en tantísimas películas (hubiéramos querido darnos unas vueltecilla por allí, pero al final, no tuvimos tiempo), pues quedaba hacia el norte de la torre y se veía desde ella todo el conglomerado de hoteles que lo formaban.


Una vez que dimos varias vueltas admirando las vistas y nos cansamos de hacer fotos, ya entrada la tarde bajamos a poner los pies en el suelo y camino de vuelta hacia el sur de la Strip... Lo siguiente que hicimos, en próximos posts.

Aérea1


[Fotos: 1) Torre del Stratosphere -cosecha propia-, 2) Vista del horizonte lasvegueño -cosecha propia-, 3) ¡Nuestras entradas para subir al mirador de la torre!, 4) Un ejemplo de Big Daddy... También tendríais que ver ésta, para que podáis tener una referencia para apreciar el tamaño real del hamburguesón en comparación con el tamaño de la hambrienta muchacha que ganó el concurso, 5) Copia de una publicidad de las atracciones del Stratosphere, cortesía de Las Vegas magazine, 6) El X-Cream, 7) La torre con detalle del Big Shot, 8) El Insanity, ese invento del Joker, 9) Foto de cosecha propia del Downtown Vegas, 10) Panorámica de la Strip hecha desde el mirador del Stratosphere -cosecha propia-.]


martes, 11 de noviembre de 2008

He comprendido algo

No sé quienes de vosotros leereis este post, más que nada porque no creo que esperárais que este blog volviera a la vida… (¡Hay tantos blogs —tan aburridos como el mío y más— que duran mucho menos que éste!), pero mientras veía hace una semana el especial sobre el recuento de votos en Estados Unidos, me di cuenta de algo en lo que he estado pensando mucho en los últimos meses: sé que si no termino esta historia, me voy a sentir muy mal, muy frustrada en general.

Sí, de vez en cuando, aparecían los corresponsales que informaban sobre los republicanos, que esperaban expectantes en la fiesta de McCain en Phoenix, y me venían a la cabeza un millón de cosas... Aún me pregunto qué hacíamos allí durante el verano de 2006... Poco a poco, los motivos de aquel viaje se me olvidan, y sólo se me quedan en la memoria los pequeños detalles... Y, por supuesto, al ver el mapa electoral y después de haber catado este verano un poquito de la costa este, me di cuenta de que nuestra experiencia arizónica fue algo muy específico y, sin duda alguna, irrepetible por nuestra parte, jeje.

En fin, toda esta perorata para deciros que no sé cuánto tardaré, no sé con qué frecuencia podré escribir, pero desearía terminar este blog arizónico/lasvegueño, ponerle un punto final, cosa que quizás me ayude a cerrar este relato, aquella calurosa experiencia, aquel momento, que gracias a la noche electoral de hace una semana, ya pertenece al pasado lejano...


Pues eso, que este post no es una promesa, sólo es una declaración de intenciones, ¿y qué mejor que haber decidido empezar con buen pie durante una noche electoral?

sábado, 27 de septiembre de 2008

Un recuerdo sobre galletas de chocolate...

Sí, pensaréis que me he vuelto loca colocando este post en ambos blogs, pero es que no se me ocurría mejor manera de incluirlo aquí, que es a donde legítimamente pertenece si no hubiera abandonado esta historia arizónica hace ya un montón de meses, que poco a poco, se va quedando anticuadísima...

Los que me leéis os pasaréis por aquí y encontraréis prácticamente el mismo post que en el otro blog de contenido más general, pero éste era un recuerdo arizónico, así que ahí va:

Hoy me he decidido a poner un pequeño postito (doble) después de tantíiiiiiiisimo tiempo cuando ya os creíais que este blog había muerto, como muchos otros que campan por el basto páramo de internet, porque de repente, mientras escuchaba de pasada lo que decían en el telediario, he recordado que estando en Arizona, una vez compramos en nuestro supermercado ecológico unas galletas Newman's Own tipo Oreo...

La verdad es que las galletas no estaban demasiado buenas, sabían un poco a corcho: me encantan las cookies americanas tradicionales, pero acabamos de las Oreo y las Chips Ahoy y similares un poco hasta el moño en Arizona, pero me pareció muy gracioso ver a Paul Newman junto con su hija Nell en el paquete, ataviados ambos como auténticos granjeros.



Hoy ha muerto Paul Newman de cáncer de pulmón a los 83 años... Da pena pensar en toda esa generación de grandes estrellas de Hollywood que poco a poco empezará a desaparecer... Y lo malo es que no habrá nadie de su talla para replazarlos.

jueves, 15 de mayo de 2008

Just married in Las Vegas!

Este es un tema del que hace tiempo que quería hablaros y que despejarán definitivamente vuestras dudas de porqué Pablo y yo, y mira que nuestras madres lo temían, no nos casamos "a lo loco" en Las Vegas, haciendo honor al negocio más lucrativo de este bizarro lugar en medio del desierto (bueno, la primera razón es porque no hay ganas, qué carajo… No hay que buscarle tres pies al gato).

En fin, supongo que a todo el mundo se le viene a la cabeza lo del negocio de los bodorrios cuando piensa en Las Vegas. Y no es gratuito (vamos, gratuito lo que menos), porque es uno de los destinos más habituales de los yanquis y de los no yanquis… Más de 150.000 bodas se celebran cada año en Las Vegas, ahí es ná. Y es que hay varias razones para explicar este fenómeno:

En primer lugar, sacar la licencia de matrimonio es un proceso mucho más rápido y exprés que en cualquier otro estado de los USA (info aquí). No son necesarios ni análisis de sangre (por lo visto, en algunos estados se mantiene esta obligación para comprobar, principalmente, si alguno de los contrayentes tiene sífilis o cualquier otra enfermedad de transmisión sexual… ¿y el otro no está al tanto?), ni período de espera, que en otros estados va desde 6 días hasta 24 horas. Por si os interesa, hay que rellenar un formulario, junto con 55 dólares y una foto de carné, y se obtiene la licencia en cuestión de minutos.

Otra de las ventajas de casarse en Las Vegas es la amplísima oferta de bodas que hay. Parece ser que la más barata cuesta 50 dólares en la propia Comisión Matrimonial de Las Vegas… Pero el truco está en que uno, por un poco o un mucho (muchísimo) más, se puede casar en casi cualquier sitio de la ciudad o los alrededores, desde los hoteles, que tienen sus correspondientes capillas, los restaurantes, las capillas especializadas ¡e incluso las capillas de bodas “sin bajarse del coche”! (drive-thru chapels).

No hay duda de que este es el negocio del siglo y los negociantes lasvegueños bien lo saben. Por eso, de ahí las diferentes ofertas, que van desde las bodas exprés hasta los bodorrios con todo lujo de detalles y las temáticas, como las celebradas en las capillas de Elvis, o esas otras en las que te disfrazas de Dr. Spock y te casas en el Enterprise o de pirata del caribe… Recuerdo que en Arizona estuve viendo un reportaje en la tele y lo que me pareció más curioso de todo este tema de las bodas es que la tele y el cine nos han vendido una imagen de la boda en Las Vegas como un acto de rebeldía (“¡Tu padre no aprueba nuestra relación, pero tú y yo nos queremos! ¡Casémonos en Las Vegas!”) o una decisión totalmente espontánea ("¡Cariño, olvídate de preparativos ostentosos! ¡Fuguémonos a Las Vegas y casémonos allí!")…

Sinceramente, me parece que esto es simplemente una táctica de marketing para atraer a todo tipo de insulsa gente del montón que sueña con hacer algo emocionante en su vida, y sólo se les ocurre esta gilipollez. No sólo eso: muchos de ellos, en lugar de aprovecharse del aparente anonimato y rapidez que se les suponen a este tipo de bodas (los que os habéis casado lo sabéis: ¡seguro que os hubiera gustado hacerlo sin ninguno de vuestros plasta-familiares a vuestro alrededor! ¿a que sí?), invitan a todo el mundo, amigos y familiares, a presenciar una de estas hortera-bodas. No niego que seguramente haya gente que se case borracha y a la mañana siguiente flipen viendo con quien se han casado (tipo boda Ross-Rachel en Friends), pero estoy convencida de que la mayoría de las bodas y renovaciones de votos son serias ceremonias por las que se pagan cantidades ingentes (si no, echadle un vistazo a esta página en la que explican algunos de los gastos recomendados en los que se incurren en las bodas: propinas, depósitos, tasas de cancelación, etc.). De alguna manera, se trata de colmar la expectativas de esas novias tan femeninas que sueñan con “la boda perfecta” (vestirse de merengue de varias capas, vamos) con el frikismo de sus maridos, que muchos de ellos se casan con bermudas, camisas de flores, calcetines blancos y pajarita (cuando no se disfrazan de cualquier cosa)… A pesar de todo, como decía César en su blog, los americanos tienen un curioso concepto de las bodas tradicionales (todas ellas tienen un inenarrable punto estridente que aquí no concebimos como normal: la elegancia no admite tules de colores chillones, damas de honor vestidas como espantajos, novias pintadas como puertas… Y mucho menos a un Elvis cantando a voz en grito Viva Las Vegas).

Los hoteles con más glamour, por supuesto, incluyen paquetes de bodas que intentan demostrar la clase que los caracteriza, pero eso ¡ah, amigos! también se paga: Por ejemplo, en el Caesars Palace (ya sabéis, uno de los favoritos de Pablo, jeje), los precios de los paquetes de bodas oscilan entre los 2000 y los 10000 dólares (no estoy al tanto de lo que cuestan estas cosas aquí, pero supongo que a muchos que hayan tenido que organizar la suya, esto les parecerá barato)… En todo caso, por barato que os parezca, me parece a mí que para ser una “improvisación alocada”, es un poquito caro…

Otro de los alicientes que emocionan a los que se deciden por una boda lasvegueña es que infinidad de famosos y artistas del firmamento americano se han casado en Las Vegas, en ceremonias a cada cual más estrambóticas, desde los años cuarenta. Algunos de ellos son Rita Hayworth, Kirk Douglas, Paul Newman, Jane Fonda, Judy Garland, Bob Geldof, Lorenzo Lamas, Jon Bon Jovi, Michael Jordan, Richard Gere y Cindy Crawford, Noel Gallagher, Dennis Rodman y Carmen Elektra, Billy Bob Thorton y Angelina Jolie, André Agassi y Steffi Graf (que además, celebraron la boda en su propia casa, puesto que viven en Las Vegas), Pamela Anderson, Britney Spears y, por supuesto, Frank Sinatra y Elvis Presley.

[Fotos: 1) Elvis frente a una de sus capillas, 2) Foto de cosecha propia durante nuestro paseo de aquel día de una de las capillas de la Strip, 3) Otra foto de cosecha propia en la que se anuncia la oferta de licencias matrimoniales por 99 dólares... Ambos lugares tenían un aspecto cutrísimo, 4) , 5) y 6) Fotos de diferentes bodas frikis anarroseadas del internés -menos mal que mi blog no tiene mucha audiencia, porque si no, seguro que esta gente me denunciaba-].