Uno de esos días, el lunes 4 de septiembre, Pablo se fue para el campus, y me llamó para decirme que, aunque nadie le había avisado, resulta que era el día del trabajo… Sí, muchachos: el día del trabajo es el primer lunes de septiembre, en lugar del 1 de mayo. Que lo sepáis, por si acaso os hace falta… Pablo se volvió para casa en seguida y seguramente estuvo jugando el resto de la tarde al Broken Sword.
Otro de esos días, no me acuerdo cual (no fue el mismo día, de eso estoy segura), aún estaba durmiendo cuando sonó el teléfono... Lo cogí, y lo primero que escuché fue a Pablo diciéndome: "Juli, me ha detenido la policía"… ¡¡¡Lo que nos faltaba!!! ¡El colmo ya! No se puede decir que no tuviéramos una estancia cargada de "experiencias".
Pues sí, resulta que como nos daba miedo ir por la calzada con la bicicleta porque los conductores de cañoneros conducían como locos, así que la mayoría de las veces solíamos ir por la acera, y para más inri, por la acera contraria, porque de esa manera, podíamos ver mejor cómo se nos echaban de encima esos kamikazes en los cruces… Lo que aquella mañana había ocurrido fue que Pablo había hecho exactamente eso, ir por la acera, y en sentido contrario, en las inmediaciones del campus. En esas, se encontró con un "representante de la ley" encaramado a su moto de la policía de Tempe, que le paró y le aleccionó de manera paternalista sobre lo mal que lo estaba haciendo… Bueno, en un principio, le preguntó si sabía lo que estaba haciendo mal, y claro Pablo se hizo el guiri… Está claro que era una de las alternativas más fáciles, ¿verdad? Pero no le sirvió de nada, porque el poli, muy paternalista, eso sí, le cascó una multeja de más de 100 dólares... Eso sí: también le daba la oportunidad de asistir a unas clases de educación vial, pa enseñarle a montar en bici, y de esa manera, se le reduciría la multa... Ya os contaré porqué no pudo hacerla (me hubiera encantado que la hubiera hecho… ¡No hubiera tenido desperdicio!).
Como Pablo ya me había puesto sobre aviso, cuando yo fui posteriormente al campus, iba con los ojos puestos en la poli, y efectivamente, allí estaba el mismo pavo, ligando con una rubia en una esquina (gracias a eso no me paró a mí también, porque yo también iba por la acera, aunque me bajé de ella en cuanto lo vi...)… Posteriormente, nos enteramos de que esto no pasaba de ser simplemente una campaña de recaudación de impuestos indirectos que, por lo visto, se repetía todos los principios de semestre: con la excusa de aleccionar a los nuevos estudiantes, Tempe llenaba sus arcas gracias a las contribuciones de los "incautos" que íbamos por la acera para no morir arrollados (eso sí, a los fitipaldis de los cañoneros que doblaban las esquinas con los semáforos en rojo campaban a sus anchas)... Este incidente no sólo fue otro “meneo” para el bolsillo de Pablo, sino que también supuso para nosotros otra incomodidad más: a partir de entonces, nos comportábamos como "fueras de la ley": cada vez que veíamos un coche de policía, nos poníamos nerviosos y nos bajábamos rápidamente de la acera (por supuesto, lo de ir en sentido contrario al sentido de la circulación se acabó en aquel mismo instante)… No volvimos a ganarnos otra multa, pero no estuvo de más ir pendientes, porque nos zafamos de varios coches de policía demasiado interesados en los no-conductores -¡hippies, más que hippies!- (si os digo que un día, hasta llegamos a ver cómo les ponían una multa a unos homeless que llevaban un carrito, porque lo llevaban por la acera…). Vamos, que no sólo no era habitual usar la acera, ¡sino que encima se consideraba una infracción!
Lo dicho, vamos… Un encanto de país…
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