jueves, 6 de marzo de 2008

Primer paseo por la Strip V y final: De cómo jugamos al Quimicefa

En fin, teníamos hambre y ya estábamos empezando a estar cansados de zascandilear de casino en casino. Nos paramos en la acera de enfrente al Caesars Palace, junto a un lugar llamado Margaritaville de cuyas entrañas brotaban grupos de fiesteros con copas gigantes de margaritas... La verdad es que me habría gustado entrar en aquel sitio en algún momento, pero no lo hicimos porque tenía una pinta muy discotequera (leyendo en internet, me entero de que también servían comida. Las hamburguesas tienen un tamaño espectacular... Qué rabia no haberlo sabido). El ceño fruncido de Pablo casi cruzaba la calle, pero a medida que nos fuimos alejando del Caesars Palace, su enfado se fue diluyendo.

La verdad es que tendríamos que habernos informado mejor de dónde comer en Las Vegas (en infinidad de series y pelis he oído que todos los que van allí se comen unos steaks estupendos por cuatro duros... Nosotros no los encontramos, oiga), pero la mala costumbre que tienen los yanquis de no poner los precios en la puerta provocó que no nos atreviéramos demasiado a innovar, ya que aún no disfrutábamos del actual cambio dólar-euro que, por ejemplo, César está disfrutando ahora (y yo estoy sufriendo, cada vez que trabajo con americanos...). Curioseamos el Flamingo, el Imperial Palace y el Harrah’s: Todos ellos me parecieron terriblemente agobiantes: de techos bajos, lucecitas chillonas por todas partes y máquinas tragaperras hasta aburrir. El problema con todos aquellos casinos era un poco el mismo que el del Corte Inglés: que sabes que si entras, vas a tardar una eternidad en salir de allí, sin encontrar lo que buscas, por supuesto.

Ya estábamos pensando en comprarnos cualquier cosa de comer en algún puestecillo callejero, cuando llegamos al hotel Casino Royale (sí, sí, igual que la peli de James Bond, aunque en realidad, el Casino Royale de la peli esté en Montenegro... Bah, un detallito), que por suerte, tenía un Denny’s. Sé que este comportamiento de “mejor restaurante malo conocido que bueno por conocer” es algo que criticamos mucho aquí de los yanquis que salen al extranjero y terminan indefectiblemente en el McDonald’s de turno, pero ya os digo, si no hubiéramos tenido tanta restricción presupuestaria, nos habríamos atrevido a algo más.

En fin, el caso es que el hambre ya acuciaba ya demasiado como para pensárselo dos veces, por lo que entramos en nuestro viejo conocido Denny's, a zamparnos una de esas hamburguesas que tanto nos consolaban durante nuestros primeros días en la árida Arizona… La verdad es que el ambiente del restaurante este era gracioso: imaginaos algo parecido a un Vips (quizás con un punto más popular: he comprobado que los Vips últimamente están de lo más pijos), en mitad de la ciudad madre de todos los pecados, aquello parecía un reducto de un parque infantil, lleno de familias con niños pequeños de todos los tamaños, desde bebés hasta críos de esos que te dan la cena corriendo de arriba abajo. Allí se podía comprobar que la política turística de hacer Las Vegas un lugar más familiar tampoco era una locura (más adelante, pudimos volver a ver aquel curioso fenómeno en el Circus, circus), porque estaba claro que a Las Vegas no sólo acuden despedidas de soltera, cincuentones que celebran sus segundas nupcias, abuelas ludópatas o solterones con ganas de irse de putas: también había allí happy families que disfrutaban, qué sé yo, de las lucecitas y la musiquita de las tragaperras.

Pues en eso estábamos, después de pedir nuestras hamburguesas (sé que Pablo se pidió una enorme), bebiendo el brebaje que en este país llaman Coca cola, cuando nos pusimos a pensar en lo curioso que es que la Coca cola sepa diferente allí que en España. Desde que llegamos, lo habíamos notado muchísimo: los refrescos de cola ocupan un lugar totalmente diferente en la “escala alimenticia” en Estados Unidos. Cuando aquí en España consumimos Coca cola es: 1) Como sustitutivo de bebida alcohólica cuando salimos de tapas, 2) Como acompañamiento a la comida en algunos casos (los que la beben en todas las comidas, aparte de tener adicción, están exageradamente obesos), 3) Cuando nos sentimos mal del estómago o nos baja la tensión o el azúcar, 4) Para desatascar cañerías (sólo funciona con tuberías poco atoradas, si no, preguntádselo a Pablo, que el otro día lo intentó y el lavabo le escupió la Coca cola). En Estados Unidos, además de para todas esas cosas, también se utiliza como postre. “¡¡¡¡¡Cómo postre!!!!!”, exclamaréis extrañados. Sí, sí, como postre o base para postres (junto con helado de vainilla, batido de chocolate o tarta). Claro, lo pensaréis y os lo imaginaréis asqueroso, pero es que resulta que la Coca cola americana es muuuuuuuucho más dulce que la que bebemos aquí. Y claro, como la receta es secreta (por lo menos, los ingredientes esenciales), pues no sabemos lo que le ponen en cada sitio, pero he leído por internet, que los edulcorantes que se utilizan son diferentes en cada país... Lo que nosotros teníamos claro es que la Coca cola de aquí es menos dulzona, así que se nos ocurrió la loca idea de que quizás, añadiéndole un poquito de sal (NaCl), quizás podríamos contrarrestar químicamente el efecto de los edulcorantes. Pues sí, nos atrevimos a echarle un poquito a nuestras bebidas, eh voilà!, después de un satisfactorio burbujeo, la Coca cola sabía mucho más parecido a lo que se bebe aquí. Con lo bien que aquello había funcionado, nos pertrechamos de sobrecitos de sal (aún llevo alguno en la cartera. Me gusta pensar que, al fin y al cabo, si viviéramos en épocas romanas, casi podría utilizarlos como calderilla, más que para adulterar la Coca cola) para futuras Coca colas y nos comimos con mucho gustazo las hamburguesas que nos sirvieron (Uf! Cuando uno tiene hambre, la comida sabe a gloria!).

Una vez tuvimos el estómago lleno, nos dispusimos a hacer el camino de vuelta al hotel, dando un agradable paseo nocturno (¿qué serían? ¿las doce, la una? Llevábamos meses sin respirar el aire a esas horas de la noche. Resultaba liberador) por la acera oeste (la del Caesars Palace. El Casino Royale está en la este). A nuestro paso por delante de la pesadilla peplumiana de Pablo, contemplamos la colorida reproducción de la Fontana de Trevi (por lo menos, Pablo con el estómago lleno no se ofendió por esto, después de haber visto el interior del casino, estaba curado de espanto), donde alguien se ofreció a hacernos la foto que os pongo. También vimos los carteles publicitarios de Céline Dion, las estatuas del exterior del jardín (había una de Augusto que te “encantó”, ¿no? Mmmm), pasamos rápidamente frente al Bellagio y su impresionante fuente y después pasamos frente a un descampado en obras (sí en un lugar de constante cambio como Las Vegas es normal que haya zonas como esas también), para alcanzar el Montecarlo y después, el New York, New York (ya estaban más cerca nuestras camitas).

Por supuesto, no podíamos retirarnos aquella primera noche, sin jugarnos algo, ¿no? Así que perdimos nuestro primer dólar en las tragaperras (en fin, no es que seamos demasiado ludópatas: nos podía la racanería) y comprobamos que las tragaperras son un negocio redondo (para el casino): se gana difícilmente ¡y se pierde con mucha facilidad!



Y así acabó nuestro primer día en la ciudad más pecadora y estrambótica del mundo.

(Fotos: 1) Trocito del mapa que recorrimos en este post. Después hicimos el camino de vuelta, 2) El Margaritaville, foto de Flickr, de cjohnson1111784, 3) El Casino Royale, foto de Picasa, de María de los Ángeles, 4) El exterior del Denny's en el que entramos, foto de Picasa, de MaiCuc, 5) Foto-demostración de nuestras adulteraciones de la Coca cola, cosecha propia, 6) Pablo, frente a la Fontana di Trevi putativa, cosecha propia, 7) Pablo y yo en el mismo sitio que la foto anterior, 8) Zona de obras con el Bellagio y el Caesars Palace de fondo, 9) ¡Nuestra primera apuesta de un dólar en la tragaperras! Pablo está metiendo el billete por la ranurilla correspondiente).

3 comentarios:

eulez dijo...

Vaya, que recuerdos. Lo de la Coca Cola no se lo suele creer nadie, pero es totalmente cierto. Si se le echa sal, burbujea un buen rato y luego sabe como la de aquí. Por cierto, parece ser que los componentes de la bebida no son tan secretos, echadle un ojo a este enlace.

Ruth dijo...

Fantásticos los post sobre vuestro paseo por el Strip. Creo que yo no hubiera podido resistirlo, jejeje.
Con respecto al enlace que ha puesto eulez sobre la coca-cola, creo que no volveré a probarla en mucho tiempo. Ya sé lo que me vais a decir, comes muchisimas cosas que llevan quimica, más de las que te piensas. Si, pero si puedo evitarlo, lo evito y no hay nada más prescindible que la coca-cola.
Julia sigue escribiendo, ¡ánimo!, lo que me sorprende muchisimo es que te acuerdes de tantos detalles, a mi se me habrían olvidado hace meses y meses, sobre todo porque tampoco habría tenido la disciplina suficiente para llevar un cuaderno de notas.

Franwerst dijo...

¡que asco la coca-cola! Claro, con razón es tan popular... está completamente diseñada para ser consumida compulsivamente! es adictiva (hoja de coca), da una sensación refrescante (ácido fosfórico), da más sed al tomarla (sal), es excitante (cafeína) y tiene buen sabor (¡dos dedos de azúcar!). Semejante diseño más una campaña brutal de marketing y ya tenéis el producto más famoso y consumido del mundo.

Por cierto, eulez, sigo pensando que si quieres ver a los emperadores "de verdad" te des un paseo por las inmediaciones del gran circo romano de camino al coliseo.