sábado, 16 de diciembre de 2006

Traslados

Y por fin llegó el 1 de agosto, día en el que debíamos abandonar el Best Western, hotel que nos había acogido durante las primeras trece noches de nuestra estancia arizónica. A continuación, os adjunto lo que escribí la misma noche de aquel día, ya en nuestro nuevo alojamiento: el hotel-residencia Homestead Studio Hotel.

¡¡Qué día tan cansadísimo el de hoy!! Todo empezó bastante temprano, después de una noche bastante desapacible (yo no podía dormir y Pablo estaba bien fastidiado con el oído rebelde), recogimos todos nuestros bártulos (bastante desperdigados por la habitación del hotel, después de 13 días en él) y nos dispusimos a tomarnos el acostumbrado desayuno del que ya os hablado (seguro que estaréis hartos a estas alturas de oírme hablar de comida). Después le comenté a la chica de recepción (bastante lentilla, la pobre) que necesitábamos la camioneta para desplazarnos al otro hotel… No me debió entender bien, porque cuando al cabo del rato salí a decirle que ya nos teníamos que ir, nos dijo que la camioneta no estaba lista y nos avisaría cuando volviera… Total, me dio tiempo a ver los dos capítulos de Urgencias que ponen por la mañana (en plan premonitorio de lo que luego nos pasaría).

(Ya sigo yo, la Julia de la actualidad, con la historia, que la reseña de entonces acaba aquí)

Cuando llegó la camioneta, el tipo mejicano que la conduce, con el que yo ya había charlado alguna mañana, nos ayudó a cargar nuestras cosas en ella (incluidas las bicis) y nos montamos los tres, para dirigirnos a nuestro nuevo alojamiento.

Al principio el tipo pensó que el hotel estaba lejos, pero luego comprendió mis indicaciones y en seguida llegamos. Una vez allí, nos ayudó de nuevo a descargarlo todo, Pablo ató las bicis en el que sería su lugar habitual, la puerta lateral del hotel, y mientras el tipo y yo rellenamos un carrito con nuestros trastos. Cuando Pablo volvió de atar las bicis, el tipo le extorsionó 10 pavos (cualquiera sabe si realmente el servicio de transporte costaba eso o si el tipo se lo estaba inventando sobre la marcha).

Una vez dentro del hotel, conocimos a Patti, una de las recepcionistas (de la que mucho más adelante os pondré una foto), y para que os hagáis a la idea de la falta de contacto que hemos con americanos, os diré que Patti ha sido la persona “autóctona” con la que más he hablado durante nuestra estancia.

Tuvimos mucha suerte de que ella estuviera allí, creo yo, y además, debimos llegar en el momento indicado, porque revisó nuestra reserva y nos indicó que había una habitación libre en el tercer piso (cosa que me alegró muchísimo, porque estaba hasta el moño de que la ventana de la habitación del otro hotel diera directamente al parking. La consecuencia era que nos pasábamos la mayor parte del día con las cortinas corridas y la luz artificial). Nos dio las llaves de plástico (en los hoteles ya no existen llaves de llavero: estas son más prácticas: si se pierden, se cambia la clave y santas pascuas) y nos indicó cómo llegar a la habitación.

Cogimos el ascensor, recorrimos los pasillos hasta llegar a la puerta, y cuando entramos, nos encontramos con una agradable sorpresa: Patti nos había asignado una habitación de las dobles (que son más caras, pero que a nosotros nos cobraron por menos precio). En realidad, tampoco es que hubiera una diferencia abismal entre los dos tipos de habitaciones: en esta, la habitación donde estaba la cama estaba separada por una pared del pequeño saloncito, pero para nosotros, resultó mucho más práctico tener dos habitaciones en lugar de una sola. Aquí os pongo un tour virtual de una de estas tour virtual de una de estas habitaciones dobles (lo tenéis que mirar con explorer).

(Fotos: No podéis decir que no me he superao con estas fotos... 1) En la primera podéis ver una mini fotito del Homestead, que la he sacado de su página web -a la que podéis acceder pinchando en el enlace, 2) Aquí os señalo la camioneta del Best Western con el hotel al fondo. Sorprendente todo lo que cabía en la camioneta de marras, 3) Foto del lateral del Homestead, donde "vivían" nuestras bicis. En la foto sólo se ve la bici de Pablo, porque yo estoy haciendo la foto sobre la mía y 4) Bueno, no es quejaréis de esta foto: ¡¡¡Foto de la puerta de nuestra flamante nueva habitación!!! Al abrirla, nos encontramos con una de las primeras sorpresas agradables de los 14 días que llevábamos allí).

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