sábado, 29 de julio de 2006

Philadelphia



Después de reunir todos nuestros trastos, por fin pasamos la aduana, sin nada que declarar, obtuvimos la tarjeta de embarque para el vuelo Philadelphia-Phoenix y volvimos a facturar las maletas (bueno, si a eso se le puede llamar que un tío cachoso tirara nuestros bártulos sobre una cinta transportadora que caía por agujero, aparentemente, sin fondo)…

Ufff, después de eso, recorrimos tantos pasillos y pasamos tantísimos controles (algunos de ellos de lo más surrealistas, incluso nos hicieron quitarnos los zapatos, ¡y eso que Pablo llevaba sandalias!), que casi no me acuerdo de todos; pero al final, logramos llegar a la sala de embarque del segundo vuelo.

Estuvimos esperando un rato hasta que apareció una señorita de la compañía aérea que nos sacó de nuevo las tarjetas de embarque de modo que tuviéramos las que daban a la salida de emergencia. Al final lo conseguí, aunque no me sirvió de mucho, porque de los tres asientos de la fila, el único que tenía más espacio para las piernas era el tipo que se sentaba justo al lado de la salida de emergencia… Tampoco importó, porque como ya os comenté, había mucho más hueco que en el del avión del vuelo trasatlántico, tiene narices la cosa, la verdad.

Ya estábamos muertos de hambre, así que nos metimos entre pecho y espalda un trozo de pizza y un perrito caliente cada uno, con la pepsi de rigor (hay que ver como liban bebidas gaseosas estos tíos) como ya nos habíais aconsejado, para ponernos al día en lo que la gastronomía autóctona se refiere…

Poco después tocaba embarcar: otra vez doscientos cambios de sala de espera y controles de pasaporte, esta vez, gracias a Dios, sin preguntas estúpidas, hasta que al final ya nos pudimos sentar tranquilamente en el avión, esta vez en el vuelo con retraso (nos pasamos cien años en la pista de aterrizaje porque había un atasco de aviones queriendo despegar…). Fue un poco aburrido, pero como el final de la jornada kilométrica se iba acercando, para mí el segundo vuelo resultó menos pesado.

(www.airportparkingusa.net/images/phillyskyline.jpg 29/07/2006)

Maletas, equipajes...


Es cierto que debimos tardar siglos en pasar inmigración, porque cuando salimos, no encontrábamos en los paneles de recogida de equipajes ni rastro de nuestro vuelo de Madrid. Pablo intentaba reconocer a alguno de nuestros compañeros de viaje, pero tampoco vimos a nadie conocido, pero lo que sí que había era maletas por doquier sin dueño aparente, así que al final tuve que preguntarle a un fulano que estaba cogiendo las maletas de las cintas y, literalmente, tirándolas al suelo, sobre nuestro vuelo. Nos mandó a una de las cintas, y efectivamente, comprobamos que nuestras tres maletas y la bolsa de viaje de Pablo estaban tiradas a lo largo de la cinta… ¡¡¡Cualquiera podría haberlas cogido!!! Resulta sorprendente que este tipo de cosas ocurra aquí, dada la histeria que parece haber por los atentados terroristas. Lo que está claro es que como el modus operandi de los atentados del 11 de septiembre no tuvo nada que ver con maletas ni equipaje, no parecen preocuparse por eso, no tanto como en Madrid, o en Londres…

(onlineathens.com/images/122604/13332_512.jpg 28/07/2006)

En llegando allende los mares...

Veo que tenéis curiosidad por saber qué pasó después… Siento haber creado tanta expectación, porque en realidad no fue para tanto…

Claro, a medida que se iba acercando el momento de cruzar inmigración, nos íbamos poniendo mas intranquilos (y eso que US Airways, amablemente, proporciona un vídeo informativo de todo lo que tienes que hacer desde que aterriza el avión en Philadelphia hasta que te dejan libre para hacer lo que te de la gana en Américaaaaaaa). Primero fuimos al servicio, lo cual propició que todos nuestros compañeros de vuelo (incluidos Butragueño y esposa) nos adelantaran en las colas de inmigración y que nos quedáramos de los últimos (aunque por lo menos el calvo argentino y su mujer la desagradable se quedaron por detrás).

Tuvimos que esperar un buen rato en una de las colas, en una sala muy grande con taquillas en un extremo por la mitad de las cuales pasaban los americanos (cordoncillos verdes) y por la otra mitad los no americanos (cordoncillos rojos). Parece que esta es una de las novedades pos-2001, y es que los americanos tienen que esperar cola tanto o más que los no americanos: vamos, ¡que la inmigración nos homogeneiza a tós! (o casi).

Por desgracia, no tengo fotos de esta experiencia surrealista que es pasar el control de inmigración, porque no estaba permitido ni hacer fotos ni llamar por el móvil (no podías llamar a tu madre en plan “¡¡mamá!! ¡¡mamá!! ¡¡que estoy pasando inmigración!!”), pero bueno, lo importante es saber que no es para tanto: después de esperar un rato bien largo, por fin nos tocó pasar al mostrador, con el policía (los de inmigración no son funcionarios normales, son polis). Hasta el momento, el tío había sellado todos los visados de todos los que había delante de nosotros, así que eso nos tranquilizó. Decidimos que Pablo le contestara antes que yo, por si había problemas con lo suyo, pero la verdad es que fue bastante indoloro: el tío le preguntó que qué iba a hacer en EEUU (él simplemente contestó que “research”), le dimos los formularios que habíamos rellenado en el avión (el de Pablo blanco, el mío verde de turista), me preguntó a mí que qué iba a hacer y cuando le dije que acompañarle a él, me preguntó que durante cuánto tiempo y selló mi pasaporte hasta el 17 de octubre (ni una palabra de lo otro)… Luego preguntó si estábamos casados; pero no os creáis, fue culpa mía, porque se supone que había rellenar un papelito de aduanas azul “por familia” y Pablo le dio el suyo, pero a mí se me olvidó, pero al tío no le importó que sólo le diéramos uno… Al final, yo le di el mío y tachó el “2” del papelillo de Pablo y puso en ambos papelillos un “1” en boli… Luego nos tomó las huellas digitales de los índices de ambas manos y nos hizo una foto con una webcam…

En fin, “fichaos” estamos, pero no dolió mucho más que eso: pudimos entrar en los USA sin más problemas… Como nos habíamos imaginado, lo que ocurrió con el pasaporte de Pablo simplemente fue una treta burocrática: como su J-1 se permite que al que lo tenga, se quede en Estados Unidos 30 días después de que expire su visado; pues colocan la expiración del visado 30 días antes de la fecha en la que les dices que acaba tu trabajo para que no te quedes ni un minuto más en su país (no sea que le cojas el gusto…).

viernes, 28 de julio de 2006

El pasaporte biométrico

Le he hecho una foto a la portada y a la primera página de mi “pasaporte biométrico” (que así dicho parece un bicho sacado de Robocop, o algo, y es como el otro pasaporte, sólo que tiene animalillos impresos en cada página y un barco mu bonito en la contraportada… Ah, y también en la página de los datos, ahora incluyen tu foto de fondo –pero a esa no le he hecho una foto, porque en la fotografía de carné salgo fatal-).

jueves, 27 de julio de 2006

La histeria burocrática

Una vez traspasado el punto de no-retorno (por supuesto, no nos íbamos tirar del avión durante el vuelo, aunque no os creáis que no hubo algún momento en el que hubiéramos podido decidir hacerlo), de repente, Pablo estaba mirando por enésima vez sus millones de papeles de la embajada, de la facultad (no veáis la de cosas que hay que hacer para sacarse un visado J-1… Os lo podría contar, pero se que si no os habéis aburrido ya, esa será la manera infalible de dormiros), etc., cuando de repente, se le ocurrió fijarse en la fecha de expiración de su visado y OHHHHH sorpresa, ponía que su visado expiraba el 10 de septiembre (para los que no lo sepáis, tenemos comprado el billete de vuelta para el 9 de octubre).

Curiosamente, yo no me puse histérica inmediatamente, pero Pablo se puso bastante nervioso ¡¡¡¡y todavía quedaban casi nueve horas para llegar a Philadelphia!!! Claro, se nos empezaron a ocurrir toda clase de posibilidades y variantes sobre lo que iba a ocurrir cuando llegáramos a la ventanilla de inmigración: que nos iban a deportar, que nos iban a meter en un cuarto oscuro, que nos iban a enviar a Guantánamo… En fin… Lo mismo os parece una tontería, pero claro, con todo lo que nos habían contado unos y otros sobre la experiencia de la aduana americana, era como para estar preocupados… En realidad, parece un poco estúpido, pero era yo la que aparentemente no iba a tener problemas para entrar en EEUU, ya que mi pasaporte es nuevo. Inciso para los que no lo sepáis, Bush firmo el pasado octubre una ley que prohíbe a los turistas de países que entran dentro del programa de exención de visado que entren en EEUU sin un pasaporte electrónico, que lo llaman (que tiene una bandita magnética… Luego os coloco una foto del mío). En cambio, Pablo, como se había sacado el visado, tiene un pasaporte antiguo, así que sin visado, su pasaporte no vale de nada… Total, barajamos todas las posibilidades: que si quizás le dejarían entrar en EEUU, pero echándole la bronca, que si quizás podríamos poner a Dios por testigo e interponer demandas contra la embajada, inmigración y el propio Bush (cosa que por cierto, no se puede, si sentís curiosidad, porque te hacen firmar en ciento y un mil papeles que cedes el poder de decisión de que te dejen entrar en el país al funcionario de inmigración correspondiente…). Como ya os digo, yo no me puse nerviosa inmediatamente, pero al cabo de unas cuantas horas discutiendo el tema desde todos los ángulos posibles, si que me puse de los nervios… Pero cuando quedaban así como cuatro o cinco horas para llegar, decidimos que ponernos nerviosos era una estupidez y la verdad es que nos empezamos a reír del asunto.

Por lo demás, la parejita que se sentó delante de nosotros nos estuvo dando la paliza todo el maldito vuelo intentando poner el asiento horizontal sobre nosotros (primero pensamos que eran la típica pareja de gabachos tocanarices, pero luego resultó que eran… ¡argentinos! Mejor, porque así entendieron los exabruptos que les lanzábamos cada vez que nos machacaban las rótulas) y estuvimos viendo diferentes series de la tele (los Simpson, un horror llamado Everybody loves Raymond, Frasier, Joey, etc.) en las televisioncitas individuales del avión (mucha mamonada multimedia, pero los asientos del maldito vuelo trasatlántico eran más estrechos que los del vuelo interior en EEUU) y, por lo menos, nos dieron de comer pollo con verduritas (Oh, verduritas mías, como os echo de menos… No veo la hora de cocinarme veinte kilos de brócoli con zanahoria… Cuando tenga cocina, me va a dar un entripao de verduras) y nos dieron varias veces de beber. Por lo menos en eso, parece que las compañías aéreas norteamericanas no han perdido la poca vergüenza que le queda al sector, como sus colegas las españolas, y por lo menos dan, como buenas samaritanas, de beber al sediento, si es necesario, sin necesidad de cobrarle veintiochomil euros/dólares.

Preludios viajeriles II

(www.madridista.dk 26/07/2006)

En fin, sin mucho más problema, pasamos el control de policía de la zona B y nos dirigimos a la puerta de embarque. Cuando estábamos pasando uno de los múltiples controles interiores de la zona libre de impuestos, que por cierto, todo hay que decirlo, ¡¡¡es una gran pijada!!! (mira que no poder comprar en ninguna de las pijitiendas una botella de agua de litro y medio… Eso si, güisqui de malta todo el que tu quieras), lo pasamos a la vez que Emilio Butragueño y su mujer (igualito que en esta foto, solo que sin corbata) que resulto que venían en el mismo vuelo que nosotros… ¡¡Si no llega a ser porque por aquí pecamos mas de colchoneros!! (aun así, yo me ofrecí a pedirle un autógrafo, por si las moscas, pero Pablo, por supuesto, no quiso J).

Montamos en el avión, después de un poco más de espera y un par de controles (que empezaban ya a ser ridículos, por lo repetitivo) de la tripulación de US Airways (¿¿¿qué ha comprado en las tiendas del duty-free???, ¿¿¿¿me puede repetir de qué color es su ropa interior????), aunque no creo que lo fueran para los viajeros con remota pinta de parecer de cualquier país árabe.

Hasta aquel momento, todo iba bien, antes de que surgiera…

Preludios viajeriles I

¡Vaya! No me puedo creer que prácticamente llevemos ya una semana en Arizona. Parece casi ayer cuando nos embarcamos en ese viaje espacio-temporal que supuso volar hasta aquí… ¡Vaya aventura! Todo empezó hace una semana a las ocho de la mañana, después de una breve noche y un par de días retrasando hacer las maletas, desperté a Ana para que me ayudara con todos los trastos para llegar a la parada del autobús… La verdad es que fue de gran ayuda, porque después de despedirme de ella y subirme a duras penas al autobús, me las vi moradas para llegar a Avenida de América con: mis dos maletas (que no son muy grandes, pero a la hora de la verdad, todas las maletas pesan), mi mochila, la bolsa del portátil y un bolso… Definitivamente, demasiadas cosas para una sola persona. Por suerte, Pablo ya estaba esperándome en Avenida de América cuando llegue y con su ayuda, fue más fácil hacerse cargo de todos los trastos y no es que yo haya cogido muchas cosas, ¡¡¡¡es que dos meses es mucho tiempo!!!!!

Llegamos con bastante antelación al aeropuerto, en especial después de lo que nos paso cuando fuimos a Londres a principios de julio, aunque no hubiéramos necesitado llegar tan pronto (casi dos horas y media antes del vuelo), porque por suerte, logre sacar la tarjeta de embarque por internet el día anterior (para los que no lo hayáis hecho nunca: es muy fácil y como no lo hagas, ¡¡¡¡te quitan el sitio los muy mamones de los demás pasajeros!!!!).

¡¡¡¡Qué estupenda es la Terminal 1 del aeropuerto de Barajas!!!! ¡¡¡Qué casera, qué familiar y qué bien organizada!!! Bueno, a esta descripción también se pueden añadir la Terminal 2 y la 3, que no la maldita 4… El caso es que en el mostrador de US Airways nos entretuvieron un rato; había un mostrador previo a la facturación de maletas y en el una señorita de la compañía nos estuvo haciendo unas doscientas mil preguntas de esas tipo “¿La maleta la ha hecho usted? ¿Qué aparatos eléctricos lleva encima? ¿De qué color es su ropa interior? ¿Qué cenó ayer por la noche? Y demás preguntas de ese estilo que te hacen sentir verdaderamente como si fueras un terrorista o tuvieras algo que ocultar… (Es verdad que en ese tipo de situaciones a uno le entra un sentimiento de culpabilidad estúpida, como por ejemplo como cuando se nos olvidó decirle que llevábamos un ordenador portátil cuando nos preguntó por los cacharros eléctricos y luego lo mencionamos y la tía puso cara de “¡¡¡se os ha olvidado malandrines!!!”).

domingo, 23 de julio de 2006

Pequeña muestra de lo que es esto...

Propósito de este blog

¡¡¡Hola a todos!!!

Resulta que me ha costado bastante tiempo decidirme sobre si escribir este blog, y al llegar aquí, a Arizona, he tenido todavía más dudas (qué triste escribir un blog para sólo contar desgracias...). En realidad, esto tenía que haber empezado allá por junio, cuando empezó esta locura de verano, y nos escapamos a Inglaterra (¡¡¡¡cuánto la echo de menos!!!), pero desde entonces hasta ahora he seguido pensándome lo del blog... Ya ves tú qué tontería, ¡si hoy en día tol mundo tiene uno!

Pues eso, que esto arranca pues en mitad del desierto de Arizona, en plena época del monzón, cuando se alcanzan los 120 grados... Fahrenheit (sí, eso mismo que estáis pensando: 50 ºC)... Espero no aburriros con mis ralladas mentales... Que por lo que parece ¡van a ser unas cuántas!

Un besote a todos,

Julia